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Ignacio Villa

Bono se pone a tiro

En el PSOE comienzan ahora quince días decisivos para su futuro. En la calle Ferraz saben que el 26 de octubre, con el resultado que salga de las urnas en las elecciones autonómicas de Madrid, se pueden remover los cimientos de la Secretaría general. Y eso no es poca cosa. Más de uno se pregunta si son las elecciones madrileñas unas primarias para Rodríguez Zapatero y, aunque carece de importancia la etiqueta que se le pueda poner a los comicios, lo realmente decisivo es que, si el PSOE obtiene unos malos resultados en la Comunidad de Madrid, el futuro de Zapatero será cuestión de días, o de horas.

Si Esperanza Aguirre logra un escaño más que la coalición PSOE-IU el próximo 26-O, el daño será importante, pero no definitivo. Si Aguirre consigue dos escaños más, Simancas se hundirá y Zapatero lo pasará francamente mal. Si la candidata del PP obtiene tres escaños más que la pareja Simancas-Fausto Fernández, al PSOE se le fundirán los plomos: será un desastre muy difícil de levantar. Dicho de otra forma: a estas alturas de la película, el futuro está escrito. Los resultados de Simancas son los de Zapatero. El líder del PSOE ha atado su proyecto al futuro de su candidato en Madrid, porque su defensa numantina de la posición de la FSM en la crisis de la Asamblea de Madrid le ha convertido ya de forma irremediable en rehén político de Simancas.

Y ante esta realidad sabida, conocida y aceptada en el PSOE surge en el horizonte la presencia imprevista de José Bono en Madrid. ¿Que ha venido a buscar el presidente castellano-manchego a las elecciones madrileñas? Pues, entre otras cosas, una clara notoriedad nacional. Bono, que sigue recordando a todas horas que Zapatero es secretario general por un margen de nueve votos, parece dispuesto a situarse bien por lo que pueda pasar en el futuro. Además, desde hace semanas está haciendo gala de un claro discurso de política nacional, reforzando los mensajes de los que carece Rodríguez Zapatero. La vigencia de la Constitución, los peligros de los nacionalismos y la unidad de España son algunas de las ideas que maneja José Bono en sus intervenciones públicas. Una actitud que, no nos engañemos, desde luego esconde una estrategia evidente.

Son demasiadas las circunstancias que indican que Bono no está de brazos cruzados. El presidente castellano-manchego está claramente a la expectativa. Sabe que Zapatero puede hundirse y, aunque queda poco tiempo, él podría aparecer como el salvador socialista ante una previsible catástrofe. Por supuesto, también sabe que no puede prometer una victoria en marzo; pero sí puede parar el golpe dignamente y, luego, tendría una legislatura por delante para ganar unas generales desde el Congreso de los Diputados. No cabe duda de que, aunque lo niegue, Bono está a la espera de lo que pueda pasar y sabe que su oportunidad puede llegar pronto. De momento, se pone a tiro.

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