En España no existe una comunidad de inteligencia, si por ésta entendemos lo que hay en otros países: una estructura formal de coordinación y cooperación entre los diversos cuerpos administrativos que lidian con la obtención, el análisis y la diseminación de la información entre los responsables nacionales. Y no la tenemos porque durante años el CESID, el antiguo servicio de inteligencia español,se opuso a perder un ápice de lo que consideraba su mejor arma, el monopolio de la información en asuntos globales. Son célebres, por ejemplo, las batallas de finales de los años 80 entre el Secretario de Estado de Seguridad, del Ministerio del Interior y directamente involucrado en la lucha antiterrorista, con los responsables del CESID, cuando el primero quiso montar e institucionalizar que la policía y la Guardia Civil actuaran como oficiales de inteligencia en el exterior para luchar contra ETA y el CSEID se opuso bajo la justificación de que de fronteras para fuera sólo ellos eran los actores reconocidos en materia de espionaje. El resultado fue que todos competían por una función que no podían dejar de realizar pero que nadie estaba dispuesto a admitir que era cuestión de todos.
El Gobierno prepara ahora un nuevo decreto por el que se “crea” la comunidad de inteligencia. En él se reconocerá que, en efecto, la inteligencia es una tarea compleja y que requiere fuentes múltiples. Por lo tanto, se hará oficial la aceptación de que los servicios de información de los Cuerpos de Seguridad del Estado elaboran inteligencia que se escapa al ámbito meramente policial. A cambio, sin embargo, el nuevo CESID, es decir el Centro Nacional de Inteligencia gana ver reconocida su tradicional renuencia a dejar jugar a los demás como servicios de inteligencia en el extranjero. El CNI quedaría como el único autorizado a mantener relaciones con los servicios de terceros países. Esto quiere decir, en la práctica, que si el FBI quiere algo sobre terrorismo islámico en nuestro país, su contacto no debe ser el Ministerio del Interior, ha de pasar por el servicio de inteligencia. Un sinsentido disfrazado de racionalización.
La Historia española nos ha llevado a ser uno de los pocos países que cuenta únicamente con un servicio de inteligencia. Y no se trata ya de lo que eso puede implicar para su control democrático. El Gobierno de José María Aznar ha sabido dar la vuelta al calcetín y hacer olvidar el triste pasado de escándalos que acompañó la última etapa de nuestro servicio secreto. Ahora es posible sentar las bases de una nueva andadura. Retomar la vieja pauta de enfrentamientos entre unos y otros no sólo es dañino para una colaboración más necesaria que nunca sino que, en un momento donde los flujos de información llegan de todas partes, a todo el mundo y sobre cosas muy dispares, es querer perder efectividad sobre una compartimentalización administrativa. En el mundo de la inteligencia del Siglo XXI no caben fronteras de ningún tipo y menos las geográficas de interior y exterior.
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos
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