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Lucrecio

La repetición y la muerte

La repetición, dice Freud que es la muerte: su metáfora, al menos. Y, en Madrid, en este Madrid de las extravagantes elecciones del domingo, lo es sin duda alguna. Y como muerte del PSOE se anuncian, en efecto, las repetidas elecciones que esa universal corrupción inmobiliaria de la Federación Socialista Madrileña ha impuesto como catástrofe irremediable.
 
Porque, en esta repetición, todo ha tomado trazos gruesos de caricatura. Y a lo cómico ha sucedido lo repugnante. Y a lo repugnante, esta ira ciudadana palpable, que dudo mucho de que se conforme con sólo cobrarse la cabeza –a lo exhibe, bastante huera– del tal Simancas; que dudo mucho de que se conforme con sólo cobrarse la cabeza del tal Zapatero, que, al fin, parece empeñado en una dura batalla con Simancas por la obtención del título de político más tonto del milenio. Ni Simancas ni sus cuarenta ladrones inmobiliarios, ni Zapatero y sus ni se sabe cuántos delincuentes GAL de guardia, sirven ya como cortafuegos. Es el PSOE el que esté en voladura. En éste, el tramo final y deshonroso de su historia.
 
Porque, del mismo modo que ni el GAL, ni González, ni Barrionuevo, ni Vera, ni toda la banda, fueron cosa patológica o ajena al PSOE, sino efecto rigurosamente deducido de la concepción política y moral de ese aparato de negocios que, vaya usted a saber por qué, sigue autodenominándose partido, ni la indecente mafia inmobiliaria puesta a la luz por la rebatiña entre Tamayo y Simancas es otra cosa que matemática consecuencia de las leyes de financiación del partido socialista en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas. No hay culpabilidad aquí, por más que fuera consolador así soñarlo, en individuos concretos –aunque esos individuos concretos hayan sido asesinos, secuestradores, ladrones... la peor gente del mundo, en suma–, no. Los capos de la banda no hicieron sino aplicar la norma que la banda exigía de los suyos. Y hacerla invisible, en la medida de lo posible. Es esa invisibilidad la que ha saltado en este Madrid de locas repeticiones. Sería un signo de elemental salud mental y moral ciudadana que, con la invisibilidad misma, sea la banda entera la que vuele por los aires.

En España

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