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Amando de Miguel

Las firurifas

Me envía un cariñoso “emilio” Francisco Sotomayor, de San Sebastián, extrañándose del uso de “firurifas”, que yo a veces empleo. Señala que no está en el DRAE ni tampoco en el Larousse. Por no estar, ni siquiera lo va a encontrar usted en los múltiples diccionarios de uso o de argot. Tampoco recoge el término el Diccionario secreto o del Diccionario del erotismo de Cela. Es decir, “firurifa” no existe en los libros. Sin embargo, es una palabra que yo he escuchado muchas veces a mi madre para referirse a las putas o a las mujeres que lo parecen por arreglarse de un modo provocativo. Se trata de un ñoñismo, un uso familiar, para no tener que mencionar otras palabras nefandas. El lenguaje que se habla es mucho más rico que el contenido en los diccionarios. No encuentro otra voz más expresiva que “firurifa” para señalar a una mujer repintada, con la ropa ajustadísima, que va enseñando más de la cuenta. Me imagino a la “firurifa” fumando en boquilla y oliendo a pachulí.

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