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Gary S. Becker

Se comienza a disparar la productividad

La economía estadounidense comienza a acelerarse, con el crecimiento del PIB alcanzando 3,3% en el segundo trimestre y el continuado auge de la productividad. Lo relativo a la productividad es particularmente importante, ya que el crecimiento tecnológico y de la productividad son los principales determinantes de mejoras en el nivel de vida.
 
Luego de un lento avance en los años 70 y 80, la productividad comenzó a acelerarse a mediados de los 90. El rendimiento de los trabajadores creció 2,5% al año entre 1995 y 2000, mientras que la productividad total –que mide la productividad en relación tanto al capital como a la mano de obra– también creció aceleradamente.
 
En el pasado, la productividad casi siempre decaía durante las recesiones por la subutilización del  capital y de la mano de obra a medida que baja la producción. Pero la paradoja aparente de los últimos años es que la productividad laboral ha crecido más en los años 2000 que en los 90, a un ritmo de 3,4%. Ha sido así a pesar de la recesión que comenzó en abril de 2001 y de una lenta recuperación desde que la recesión terminó en noviembre del mismo año.
 
El gran adelanto tecnológico de los últimos ocho años se debe al aumento de la capacidad de las computadoras, al crecimiento explosivo de la Internet, innovaciones en celulares y demás tecnologías inalámbricas, el crecimiento de las fibras ópticas, innovaciones en biotecnología, mayor competencia mundial para las empresas de EEUU –lo cual induce la eficiencia– y millares de otros menores adelantos tecnológicos.
 
El impacto de estos hechos no puede ser cuantificado, pero la importancia de la informática sí está documentada. Durante el auge 1995–2000, casi todos los avances en productividad se debieron a inversiones en informática o en la producción de bienes relacionados con tecnologías de la información. Pero en los últimos años, los avances de la productividad han dependido menos de ello.
 
Yo sigo creyendo que aun después del colapso de la burbuja de las acciones de empresas tecnológicas, la economía de EEUU está en una etapa inicial de una muy importante revolución tecnológica. La etapa previa de avance tecnológico comenzó a fines del siglo XIX y se debió principalmente al motor eléctrico y al motor de combustión interna. Tomó entre 40 y 60 años para que esa revolución reflejara completamente las mejoras en productividad. La reciente aceleración de la productividad indica que la actual revolución tecnológica avanza de manera similar. De ser así, el aumento de la productividad laboral al 3% o más debe continuar por décadas. El ingreso de los trabajadores se puede doblar en 25 años o menos.
 
Algunos economistas culpan a las rápidas mejoras tecnológicas de la caída del empleo desde el comienzo de la recesión. Desde un punto de vista mecánico, ello puede ser cierto: si el crecimiento del producto es fijo, el empleo decae si la productividad mejora mucho.
 
Pero el crecimiento del producto no es fijo. Durante el auge posterior a 1995, el empleo y la productividad crecieron paralelamente. A largo plazo, el empleo tiende a crecer al mismo ritmo que la fuerza laboral, aun cuando la productividad aumenta rápidamente.
 
Además, existe una controversia respecto a lo que sucede en el mercado laboral, con dos investigaciones del gobierno mostrando resultados muy diferentes sobre los cambios del nivel de empleo durante la actual recuperación económica. La información proveniente de las nóminas indica una fuerte contracción del empleo. Pero las encuestas familiares del ministerio del Trabajo muestran un aumento del empleo. La diferencia es que estas últimas detectan más rápidamente el empleo en nuevas empresas. Es posible que el número de nuevas empresas haya crecido mucho últimamente.
 
El aparente alto desempleo logra la atención política y de los medios. Pero la noticia verdaderamente importante de los últimos tiempos es la continuación y probable aceleración de la productividad que comenzó hace una década.
 
Gary S. Becker, Premio Nobel de Economía en 1992, es profesor la Universidad de Chicago y académico de la Hoover Institution.
 
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