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Carlos Ball

Las mentirillas del Tío Sam

Siempre me ha sorprendido que los socialistas suelan sostener sus fracasadas ideas con firmeza y perseverancia, mientras que algunos defensores del capitalismo tienden a enturbiar las grandes ventajas de la economía de mercado con excusas y mentirillas, como aquella de la “justicia social” y las “obligaciones sociales de la empresa”. Como bien lo explicaba el profesor Friedrich Hayek, la justicia sólo puede ser individual, mientras que Milton Friedman aclara que la obligación social de la empresa es producir utilidades para sus dueños, respetando siempre –claro está– la ética comercial y los derechos de clientes, de empleados y de terceros involucrados.
 
Actualmente está en el tapete el sonado fracaso de las negociaciones en Cancún de la Organización Mundial del Comercio. Los burócratas de los organismos internacionales y representantes de diferentes países están tan ocupados señalando culpables que la razón de ser del comercio internacional parece haber quedado enterrada bajo las ruinas de la conferencia.
 
En un reciente discurso, el Sr. Chris Padilla, asistente del representante comercial de Estados Unidos para asuntos intergubernamentales y enlace con el público, declaró: “Nunca aceptaremos un acuerdo en una sola dirección que haga que los estadounidenses carguen con todo el peso del comercio liberalizado”.
 
¿El peso del comercio liberalizado? ¿Ignora, acaso, el señor Padilla que los principales beneficiarios de las importaciones son los habitantes de Estados Unidos que tienen acceso a ropa china, vinos chilenos, flores colombianas, bananas de América Central y autos japoneses mejores y más baratos? Quizás valdría la pena que ese importante funcionario se releyera un texto publicado en 1776 y que sus profesores en la Universidad Johns Hopkins seguramente le asignaron cuando allá estudiaba economía:
 
“Lo que el gobierno de toda familia particular constituye prudencia, difícilmente puede ser insensatez en el gobierno de un gran reino. Si un país extranjero puede suministrarnos un artículo más barato de lo que nosotros mismos lo podemos fabricar, nos conviene más comprarlo con una parte del producto de nuestra propia actividad empleada de la manera en que llevamos alguna ventaja… En cualquier país, el interés del gran conjunto de la población estriba siempre en comprar cuanto necesita a quienes más barato se lo venden. Esta afirmación es tan patente que parece ridículo tomarse el trabajo de demostrarla; y tampoco habría sido puesta jamás en tela de juicio si la retórica interesada de comerciantes y de industriales no hubiese enturbiado el buen sentido de la humanidad. En este punto, el interés de esos comerciantes e industriales se halla en oposición directa con el del gran cuerpo social”. (Adam Smith, “La riqueza de las naciones”).
 
“La retórica interesada de comerciantes y de industriales” es la promotora del proteccionismo y los principales culpables del fracaso de Cancún son los países ricos que por razones puramente políticas insisten en seguir protegiendo con cuotas y aranceles a sus agricultores, industria textil y siderúrgicas, perjudicando así a sus propios conciudadanos para proteger las rentas y ganarse el apoyo electoral de minorías nacionales privilegiadas. En el caso de Estados Unidos, tales aberraciones comerciales son imperdonables, ya que 56 de las 100 empresas más grandes del mundo son de este país y su futuro depende del comercio internacional, no del mercado interno.
 
Los peores enemigos del libre comercio internacional –de la globalización– no son esas bandas de jóvenes fascistoides que insultan, se desnudan, incendian, apedrean y embisten contra la policía para intentar impedirnos a todos los demás la opción de gastar nuestro dinero como mejor nos parezca y de manera que tiende a beneficiar a las grandes masas de campesinos y obreros del Tercer Mundo. Los abanderados del proteccionismo son los pseudo-capitalistas que le temen a la libre competencia y se escudan fomentando y financiando a esas hordas no pensantes, a la vez que compran a funcionarios y a políticos para mantener sus privilegios.
 
Las mentirillas y falta de liderazgo del gobierno de Estados Unidos en comercio internacional representan una verdadera tragedia para el mundo actual.
 
Carlos Balles director de la agencia ©AIPEy académico asociado del Cato Institute.

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