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Federico Jiménez Losantos

¿Punto final o punto y seguido?

Cristóbal Montoro, con criterio difícilmente objetable, ha querido cerrar con los Presupuestos Generales de este año, o sea, del que viene, el capítulo hacendístico de la Era Aznar, y los ha situado en una línea de continuidad y coherencia con la política económica seguida por el Gobierno del PP desde que llegó, con una mano delante y otra detrás, a la Moncloa en 1996. Son ocho años y ocho Presupuestos en los que los liberales hemos echado en falta muchas cosas, que por cierto figuraban y acaso aún figuren en el programa del Partido, pero sería injusto hasta la estupidez no reconocer las muchas que se han logrado, que quizás pueden resumirse en una: el notable crecimiento del sector privado y la consiguiente disminución del sector público en el PIB, sin que el gasto público tanto en atenciones sociales como en inversión haya dejado de aumentar. Pero lo ha hecho tanto el conjunto de la economía que el saldo no puede ser más positivo. Vamos, poder, puede. Pero lo mejor es enemigo de lo bueno y en toda la Era Aznar lo bueno en materia económica resulta tan evidente que hasta un socialista lo entendería.
 
Siempre que el socialista no sea Zapatero, evidentemente. No se entiende su empeño en hacer el discurso presupuestario de oposición precisamente ahora, en un momento de balance histórico objetivamente mollar para el Gobierno, aunque después del numerito del año pasado y de la apoteosis pancartera de éste, parece claro que don José Luis ha perdido el sentido de la realidad y el sentido común que al principio lo distinguían. Ha conseguido hasta que Montoro esté brillante en la réplica, uno de los pocos logros parlamentarios que el político leonés podrá exhibir si llega al ostracismo laboral que, en legítima defensa, le pronosticó ayer el Ministro de Hacienda.
 
Por cierto, que la gran pregunta política después de estos amenes presupuestarios es, precisamente, qué va  a ser de Montoro y de los principales cargos políticos de Hacienda, dejando aparte a Rato que como ex-presidenciable precisa tratamiento especial. Como don Cristóbal no es rico por familia y ha exhibido una honradez acrisolada, casi diamantina, en su paso por la función pública, puede volverse a su cátedra sin aspavientos, acaso hasta aliviado. ¿Pero sería sensato que Rajoy jubilara a quien tan eficazmente ha servido para que Aznar pase a la historia como uno de los mejores presidentes del Gobierno de España, precisamente en el capítulo de Hacienda? Con este debate, ¿estamos asistiendo a un punto final o sólo a un punto y seguido?
 
Lo único que le pedimos muy seriamente a Rajoy es que, por favor, no se le ocurra repetir lo del cuaderno azul. Hay cosas, las metáforas por ejemplo, que no pueden resistirlo.
 

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