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Pedro Salinas

Galeano está en Bolivia

 “Está en Bolivia”. Así le decimos los peruanos a alguien que se encuentra algo despistado, sin brújula, desorientado, perdido. Es lo que le pasa al escritor uruguayo Eduardo Galeano, autor de indigestos culebrones panfletarios, cuya obra es magníficamente descrita por Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Alvaro Vargas Llosa en el “Manual del perfecto idiota latinoamericano”.
 
Galeano ha visto en la tragedia boliviana la oportunidad de reivindicar aquella tesis, extraviada y estrafalaria, que late en su letárgica obra, y que sostiene que América Latina es la eterna y apetitosa víctima del horripilante Drácula imperialista, que pretende incansablemente succionarle la sangre de las venas, esto es, sus inmensas riquezas naturales.
 
Sin el más mínimo respeto a la verdad, Galeano, en un artículo publicado por Página/12, desde el primer párrafo y con ese tono melodramático que lo caracteriza, escupe: “El gas iba a ser enviado a California, a precio ruin y a cambio de mezquinas regalías, a través de tierras chilenas que en otros tiempos habían sido bolivianas”.
 
¿Qué significa ruin y mezquino para el exigente Galeano? No lo sé. Pero la exportación del gas tarijeño le iba a significar a los bolivianos, con seguridad, entre 5 y 9 mil millones de dólares, solamente en ingresos fiscales, los que podían destinarse a los sectores de salud, educación y servicios básicos. El programa preveía, además y entre otras cosas, la creación de unos 10 mil empleos directos y 30 mil indirectos, una cifra más que relevante para un país paupérrimo como Bolivia, cuya miseria alcanza niveles africanos.
 
“El gas es nuestro derecho”, clama Galeano, como si fuese boliviano y sus postizos coterráneos tuviesen la capacidad económica y financiera para industrializar sus ingentes reservas. Sin percatarse que, luego de la revuelta antidemocrática perpetrada por Evo Morales, el gas está condenado a permanecer incrustado en el subsuelo, enfermando de flatulencia a la pachamama boliviana.
 
“La desobediencia popular ha hecho perder un jugoso negocio a la corporación Pacific LNG”, escribe, con fruición, frotándose las manos y saliva en los labios, el creador de la biblia de los izquierdistas iberoamericanos, como si se tratase de un triunfo, y no se da cuenta que Bolivia ha perdido no sólo una oportunidad, a estas alturas irrepetible, sino que ha vuelto a abrir la caja de Pandora, ingresando a un limbo peligrosísimo que puede desestabilizar a la región, empezando por el Perú.
 
Porque, claro, no faltaba más, Galeano tiene sus alter ego por estos lares, quienes, al igual que él, pregonan con megáfono y muy orondos que la caída de Sánchez de Lozada podría considerarse el epitafio del modelo neoliberal en la región. Y no quieren ver, porque así es la ceguera de los marxistas, que en Bolivia más que un revés de carácter ideológico se ha producido un golpe de Estado callejero, un zarpazo contra la democracia, alentado por un ignorante con convicciones, como bien ha descrito alguien a Morales, el nuevo amigo de Chávez y Fidel, quien tiene como rehén al oportunista de Carlos Mesa al que le ha prestado por 90 días la banda presidencial.
 
Sí, Galeano está en Bolivia. Pero lo malo en él no es su falta de ideas, sino ese exceso de confianza en las pocas y anquilosadas que dice tener.
 
Pedro Salinas es corresponsal de © AIPE en Lima.

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