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EDITORIAL

Ni con Mas, ni con Carod

La aritmética parlamentaria resultante de las elecciones del pasado domingo ha dejado al PSC en la peor situación posible. Como ya señalábamos el lunes, las dos opciones más plausibles que tiene el PSC para entrar en el gobierno de la Generalitat conllevan costes políticos muy elevados, tanto para Maragall y el PSC como para el PSOE. Y esta situación ha contribuido a ahondar la crisis de liderazgo de Zapatero, que confiaba en una clara victoria de Maragall para consolidarse y adquirir empuje de cara a las Generales de marzo. El estrepitoso fracaso del PSC ha hecho que los barones del PSOE, pasando por encima de Zapatero y su Ejecutiva, empiecen a opinar por su cuenta acerca de cuál sería el pacto de gobierno más satisfactorio.
 
Para Rodríguez Ibarra, que representaría a quienes priman la estabilidad institucional frente a las ganancias de poder a corto plazo –afirmó que prefería perder unas elecciones generales antes que poner en peligro la unidad de España–, la solución pasaría por excluir a los separatistas de ERC mediante un pacto con CiU. Si el PSC fuera realmente la "franquicia" catalana del PSOE, y si Zapatero no tuviera hipotecas pendientes de pago con Maragall, probablemente sería una solución satisfactoria tanto para el PSC como para Cataluña, pues los separatistas representan tan sólo el 16 por ciento de los votos. Además, en tal caso, Zapatero podría presentar el pacto con CiU como un sacrificio en contribución a la estabilidad institucional, después de tantos despropósitos al respecto.
 
Sin embargo, es muy poco probable que Maragall, que hace tiempo que se declaró "independiente" de Ferraz y que ha basado su campaña en la promesa de no entrar en ningún gobierno con CiU, se aviniera a semejante pacto; el cual, además, le apartaría de la presidencia de la Generalitat y supondría en la práctica el adiós prácticamente definitivo a sus aspiraciones. Esta postura, que comparte la plana mayor del PSC –Montilla–, es avalada por Manuel Chaves, presidente del PSOE y de la Junta de Andalucía, quien considera que un pacto de Gobierno con CiU sería un "fraude a los electores" y advierte de que Maragall y el PSC tienen "total libertad" para seleccionar la fórmula que crean conveniente. Y parece que Rubalcaba y Peces Barba son de la misma opinión: un pacto con ERC e ICV. Pero, en el mejor de los casos, un pacto con ERC limitaría enormemente la capacidad de maniobra de Maragall en la Generalitat; y en el peor, supondría entregar el poder ejecutivo real a Carod. Y además, un pacto con los independentistas en Cataluña podría suponer el golpe de gracia para Zapatero de cara a las elecciones de Marzo. Más aún si Maragall decidiera entrar en el gobierno de "concentración nacional" que propone Carod, con CiU, ERC y PSC.
 
No es extraño, pues, que Zapatero prefiera echar la culpa de la exacerbación de los nacionalismos al PP por su "falta de sensibilidad" y "diálogo" –siguiendo a González, que también expresó su opinión diciendo que con él esto no hubiera pasado– y no pronunciarse acerca de los posibles pactos. Afirmó que su partido se inclina por un gobierno estable que garantice la "cohesión territorial" y respete el esquema constitucional. Pero, al mismo tiempo, también señaló que el Ejecutivo catalán tendrá que ser "de cambio, de progreso social", de acuerdo con la mayoría de izquierda expresada en las urnas. Es evidente que ambas opciones son incompatibles entre sí: la primera significaría un pacto con CiU, y la segunda con ERC e ICV. Carod ya ha anunciado que "va a por todas" y que desea para Cataluña un instrumento similar al plan Ibarretxe, por lo que con él no sería posible la "cohesión territorial" –¿no debería decir "nacional" o "de España"?– ni el respeto a la Constitución.
 
Probablemente, la opción más sensata, más compatible con la estabilidad institucional y con menores costes políticos para el PSOE y el PSC sería la propuesta por Piqué –a quien, por cierto, ha ninguneado Zapatero tildando al PP catalán de "irrelevante"–: que CiU gobierne en minoría merced a la abstención del PP y del PSC, con vistas a que las Generales de marzo acaben de clarificar el mapa político de España. Hay que tener en cuenta que a CiU no le conviene presentarse a las Generales aliado con Carod en Cataluña, ya que esto podría restarle muchos votos que ganaría el PP, que en 2000 ya obtuvo 800.000 en Cataluña. Zapatero y Maragall deberían aceptar que han perdido las elecciones, y quizá lo mejor que pueden hacer es seguir el consejo de Piqué para evitar males mayores tanto a su propio partido como a España. Después de marzo, y en función de los resultados de las urnas, tiempo tendrán de reconsiderar la forma de completar una mayoría de gobierno en Cataluña que no atente contra la unidad nacional, bien de instar la convocatoria de unas nuevas elecciones catalanas... o incluso de convocar un congreso extraordinario para elegir un nuevo secretario general que sea capaz de aclarar de una vez por todas cuál es el modelo de Estado del PSOE.

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