Menú
Pedro Salinas

Nuevo escándalo en el gobierno

Puedo entender a la actriz australiana Nicole Kidman cuando quiere proteger su vida privada de la voracidad de los medios, y, por tanto, evita confirmar su relación con el rockero Lenny Kravitz. Su vida privada, como la de cualquiera, es inviolable. El fisgoneo o la violación de esta privacidad no se justifican. Pero el primer vicepresidente de la República del Perú y, hasta hace poco ministro de Comercio Exterior y de Turismo, Raúl Díez Canseco, no es Nicole Kidman.
 
A Raúl Díez Canseco (53), formalmente casado, le preguntó un periodista si sostiene una relación amorosa con Luciana de la Fuente (26), una guapa joven que hasta hace poco trabajaba como asesora del gerente general de Prompex, un organismo público que depende del despacho del entonces ministro. “No, es sólo una amiga”, le responde, y en tono airado le espeta que no le va a permitir preguntas de carácter personal. Ese mismo día, después de la entrevista, un programa de televisión propala fotografías en las que se aprecia al ministro con la bella Luciana, haciéndose mimos en un viaje a Machu Picchu.
 
La vida privada de Raúl Díez Canseco, como la de Nicole Kidman, es inviolable, pero hay una diferencia entre la actriz y el vicepresidente peruano. Dos días antes a la entrevista del ministro y la propalación de las fotografías, el diario Correo, el de mayor circulación del Perú, denunció que Díez Canseco había utilizado su cargo de ministro de Turismo para contratar a Luciana, su actual pareja, así como a dos primos hermanos de ella, en un organismo que dependía directamente de su cartera.
 
Pero hubo más. En el día de su cumpleaños, el 3 de abril de este año, Germán de la Fuente, el padre de Luciana –potencial suegro– recibió a manera de regalo un decreto supremo que exoneraba a su negocio de venta de comida en el aeropuerto internacional de Lima del pago de impuestos. Así, una aventura amorosa terminó en una nueva crisis política que ha puesto en serios aprietos al ya debilitado gobierno de Alejandro Toledo.
 
Díez Canseco ya renunció al ministerio de Turismo y Comercio Exterior. Luciana hizo lo mismo, dimitió, y dejó de ser la asesora de la gerencia general de Prompex, adelantándose a la bomba del diario Correo. Pero la tormenta no ha amainado. Por un tórrido amor se ha puesto en jaque la gobernabilidad del país. La oposición está considerando ahora inhabilitar y vacar a Raúl Díez Canseco, sacándolo de la primera vicepresidencia de la República.
 
Quizás lo que más ha irritado es la soberbia desplegada. En lugar de aceptar la culpa, Díez Canseco mintió y achacó el golpe mediático a una conspiración mafiosa en la que habrían participado Fujimori y Montesinos, así como la prensa aliada a no sé qué oscuros intereses. “Ahora resulta que tener sentimiento o querer o dejar de querer es un pecado”, dijo el vicepresidente Diez Canseco en su primera cita con la Comisión de Fiscalización del Congreso, sin aceptar todavía su falta. Aunque esto es lo más cercano a un mea culpa que se le ha escuchado.
 
Una lástima. Raúl Díez Canseco fue el principal propulsor desde el gobierno en las negociaciones con Estados Unidos para ir a un tratado bilateral de libre comercio. Por suerte, su sucesor, el flamante ministro, de ideas modernas y liberales, Alfredo Ferrero Díez Canseco (sí, es su sobrino, pero en este caso, créanme, estamos hablando de un funcionario de carrera, que ha brillado en la administración pública por méritos propios y no por injerencia del tío), se ha propuesto sacar adelante el TLC como sea.
 
Por su parte, Raúl Díez Canseco arruinó su vida personal, liquidó un promisorio futuro político y ha remecido los cimientos del precario régimen de Alejandro Toledo. Y todo por el amor de una mujer. De una de esas mujeres que, como canta Joaquín Sabina, son capaces de hacer perder la razón.
 
Pedro Salinas es corresponsal de © AIPE en Lima.

En Internacional

    0
    comentarios