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Alberto Recarte

Otro Irak

La persistencia del terrorismo en Irak, auspiciado por los restos del partido baas y el fundamentalismo islámico, transmiten una imagen distorsionada de lo que está ocurriendo realmente en ese país. Los datos positivos son que se ha alcanzado casi el nivel de producción de petróleo de antes de la guerra, que en más de dos tercios del país (las provincias de mayoría kurda y chiíta) la vida económica prospera y que hay más niños escolarizados, incluso, que antes del comienzo del conflicto. 
 
Un dato infalible respecto a  la actitud de la población es que no hay emigración y que, por el contrario, son miles los que están volviendo. Esto deja en ridículo a las organizaciones no gubernamentales progresistas, que habían calculado que la guerra y la postguerra supondrían la huída del país de más de un millón de personas.
 
La confianza de los iraquíes en los efectos beneficiosos de la liberación, protagonizada por Estados Unidos y Gran Bretaña, y apoyada políticamente por España, entre otros países, se ratifica en este “voto con los pies”. Un movimiento contrario al que ocurrió en Vietnam, donde la derrota del régimen sudvietnamita, al que el gobierno de Estados Unidos no pudo ayudar porque personajes como Edward Kennedy lo impidieron con su voto en el senado, se saldó con miles de asesinatos, centenares de miles de prisioneros en campos de concentración y la huída de casi dos millones de personas, que dejaron su país mayoritariamente por barco, a pesar de los peligros que significaban las tempestades y los piratas.
 
Afortunadamente para los iraquíes, su país no es un nuevo Vietnam, la vida diaria mejora y el futuro existe.  Tienen, incluso, nuevos billetes sin la efigie del tirano Sadam Husein, fabricados por nuestra Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y donados por el gobierno español.

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