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Emilio J. González

Buena salud

Pese a quien pese, la economía española goza de buena salud y, poco a poco, va consolidando su recuperación. Los datos de crecimiento del PIB correspondientes al tercer trimestre son, en este sentido, especialmente significativos por varios motivos.
 
En primer término, la propia tasa interanual de crecimiento se aceleró una décima respecto al trimestre anterior, para situarse en el 2,4%. Por consiguiente, y a pesar de todo, la actividad productiva sigue acelerando su velocidad de crucero a pesar de que el contexto europeo no es, precisamente, el más favorable.
 
En segundo lugar, ese mayor crecimiento se produce, además, con un deterioro del sector exterior, que le restó dos décimas más que en el periodo abril-junio. Aún así, la actividad productiva fue a más gracias a la fortaleza creciente de la demanda interna, espoleada, entre otras cosas, por la rebaja del IRPF que entró en vigor el pasado 1 de enero y por los bajos tipos de interés. Ambos elementos se han traducido también en una aceleración del ritmo de creación de empleo, que pasó del 1,7% al 1,9% –lo que significa la generación de 300.000 puestos de trabajo en el último año–, de manera que se crea un círculo virtuoso por el cual, como la economía crece, crea empleo; y como crea empleo, crece más gracias al gasto en consumo de esos nuevos ocupados. En estos momentos, precisamente, el gasto familiar es el principal motor de la actividad productiva.
 
Con todos estos mimbres, hoy se están tejiendo tres cestos. El primero de ellos se llama crecimiento del 2,3% en el conjunto del año, cosa que está prácticamente garantizada puesto que para lograrlo basta con que el PIB aumente ese mismo porcentaje en el cuarto trimestre del año. Y en una economía como la española, que sigue yendo a más, no sólo ese porcentaje es alcanzable en el periodo octubre-diciembre sino que, incluso, puede ser superior.
 
La segunda canasta se llama continuidad de la recuperación. Con una economía como la de Estados Unidos, que se reactiva con fuerza, es de esperar que empiece la reanimación del sector exterior y, con él, se acelere la inversión en bienes de equipo. De esta forma estarían todos los ingredientes para que el crecimiento económico y la creación de empleo continúen, al menos, durante varios trimestres más.
 
El tercer cesto afecta a la Bolsa. El mayor crecimiento económico debe traducirse en mayores ingresos para las empresas y, por tanto, en beneficios más altos porque tienen una mayor demanda para sus productos y servicios, no porque han realizado ajustes de costes como en los trimestres anteriores. Cuando se da esta circunstancia, las acciones suben, y lo hacen con fuerza si la tasa de aumento de los beneficios tiene dos dígitos. En consecuencia, la actual fase alcista del mercado de valores puede tener continuidad en 2004 en la medida en que ese crecimiento económico siga consolidándose y se traslade a la cuenta de resultados de las empresas. Por tanto, el panorama bursátil empieza a despejarse, lo que ya es mucho de por sí después de los tres años de crisis y de las incertidumbres geopolíticas que se han derivado de la guerra de Irak.

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