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Amor de OTAN

De la despedida a Bush a los brazos de Chirac. Ese ha sido el recorrido de Tony Blair en menos de 24 horas. En su minicumbre, los dos líderes del Reino Unido y de Francia decidieron que avanzar en la construcción de una defensa europea no era incompatible con la Alianza Atlántica y que ciertas duplicidades podían llegar a ser beneficiosas, trátese de cuarteles generales, células de planificación o fuerzas de reacción rápida. El papel, es verdad, todo lo aguanta. La realidad no siempre. Y ambos dirigentes deberían recordar el arranque, no hace tanto, diciembre de 1998 en Saint-Malo, de la nueva etapa de la defensa europea: la UE se metió en la senda de la seguridad y defensa ante la inconsistencia de un presidente Clinton, intermitente en su interés por Europa y sus conflictos. La UE pensó entonces en una política de seguridad y defensa, la famosa PESD, como algo sustitutivo o compensatorio, cuando la OTAN (esto es, eufemísticamente, los Estados Unidos) no tuviera interés en actuar. En segundo lugar, la PESD se basó en el escenario estratégico de lo 90, esto es, las guerras civiles y la necesidad de garantizar la paz y la estabilidad en los estados fallidos, es decir, en las misiones de paz.
 
Sin embargo, hay muchos elementos para pensar que esos presupuestos han quedado caducos. Por un lado, el 11-S transformó la acción exterior de América, de una potencia dubitativa a una superpotencia intervencionista cuya meta principal es vencer la guerra contra el terror de alcance global y quienes colaboren con los terroristas. Por otro lado, Afganistán e Irak han puesto de relieve que la guerra, el combate real en un ambiente hostil, el infierno del que hablara el general Sherman, ha vuelto para instalarse en nuestras vidas tras una década de estar relegada a los bárbaros y sus limpiezas étnicas. Ahora nuestros soldados puede que tengan que matar y morir en combate y no sólo repartiendo alimentos o bolsas de sangre a poblaciones necesitadas. Ya no hay vacíos estratégicos que cubrir, porque los USA están por todas partes defendiendo su seguridad – de rebote la nuestra–y las misiones de paz, todavía imprescindibles, no son suficiente para salvaguardar nuestro modo de vida.
 
Tony Blair y Jacques Chirac dicen que los progresos institucionales y de capacidades de la defensa europea no chocan, todo lo contrario, con la OTAN. Y pueden que tengan razón en la medida en que la propia OTAN está moribunda, incapaz de generar un consenso básico sobre sus principios estratégicos ni el esfuerzo colectivo para sacar adelante sus objetivos de capacidades. Pero el problema no es ese. El quid de la cuestión es discernir si el sacrificio presupuestario que la defensa europea va a exigir de los miembros de la UE merma las capacidades nacionales para dar respuesta a sus peculiares requerimientos de seguridad. Esto es, si las capacidades para las misiones de paz de la UE son compatibles con lo que exige nuestra defensa nacional. Dicho de otra manera, si comprar europeo por principio, como se derivará de la recién creada Agencia Europea de Armamentos, es más rentable que acceder al mercado internacional, esencialmente americano, para buscar los productos mejores y más baratos. Puede que Blair y Chirac no vean nada malo en que compremos franco-alemán o franco-británico, pero nos tocaría a nosotros decirlo.
 
Con todo, el problema de fondo es que la PESD está creando un sentimiento de que la UE va a velar por nuestra seguridad y defensa que tiene un efecto adormecedor muy peligroso. Nuestra defensa sólo la podremos garantizar cada uno de nosotros, lo más normal es que con quien quiera acompañarnos en ese viaje. Y los únicos que podrían estar dispuestos, llegado el caso, a hacerlo son aquellos que tienen tantos intereses globales como intereses particulares tenemos los europeos, y son los Estados Unidos. Lo que nos ofrecen Blair y Chirac a cambio es la promesa de un directorio a dos o tres. Y para eso, preferimos la hegemonía de uno de los grandes de verdad.
 
GEES: Grupo de estudios estratégicos.

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