La ofensiva de los piqueteros en Argentina va en aumento y ha tenido altos picos de violencia en Salta y Jujuy. Son el punto débil del gobierno y van mellando la popularidad del presidente Néstor Kirchner, quien hace lo imposible por mantener elevado su nivel de aceptación. Pero con diálogo no ha podido resolver esta situación.
La violencia callejera crece y la gente está harta de los piqueteros. El titular de Economía, Roberto Lavagna, ha comentado al señor presidente que esas imágenes de violencia dando vuelta al mundo, no son, ciertamente, las más adecuadas para ayudarle a encontrar caminos de acuerdo en relación a la extraordinaria deuda externa argentina. Esa que, hasta ahora, se ha ido “pateando hacia delante”, sin solucionarla, y a la que puso coto esta semana el FMI dando al gobierno argentino un plazo de dos meses para que diga qué hará en tal sentido.
Pero volvamos a los piqueteros, un conjunto muy heterogéneo de grupos de diversas tendencias ideológicas y metodológicas. Hay sectores “duros”, como el llamado Polo Obrero y el Movimiento Territorial de Liberación, de tendencia comunista. Los más afines a Kirchner son la Corriente Clasista y Combativa y la Coordinadora Nacional de Desocupados. Y en cuanto a los, digamos, independientes, los más notorios son el Movimiento de Jubilados y Trabajadores Desocupados, el Barrio de Pie y el Teresa Vive. Hay quienes han amenazado con tomar la Casa Rosada, y otros encerraron en su propio Ministerio el titular de Trabajo, Tomada, durantes horas. Esto, para no hablar de los habituales cortes de carreteras y calles, desvíos y qué sé yo. De violencia, con las caras cubiertas y objetos de hierro en las manos, avanzando en bloque, mejor ni hablamos. Y bien, en ellos, el gobierno ha gastado, y mucho. Los dirigentes piqueteros reciben el dinero y lo reparten con determinadas condiciones.
Ante este panorama han tomado estado público declaraciones del ex presidente Eduardo Duhalde (la principal figura del justicialismo, quien señaló con el dedo a Kirchner como candidato y, hasta ahora, su mejor aliado, ya que el duhaldismo tiene la mayoría en las cámaras) sobre el tema. No hablo porque sí, naturalmente. Dijo que la política de “manos de seda” no sirve para solucionar la violencia piquetera. Ante estas sugestiones de Duhalde, el presidente Kirchner se mostró muy molesto: aseguró que no había ocupado el sillón presidencial para reprimir a nadie. Mientras, sus allegados amplificaron el enojo, y agregaron que el señor K. no cambiaría bajo ninguna circunstancia su política.
Ya había cierto malestar en esferas del gobierno debidas a Hilda “Chiche” Duhalde, quien no suele hablar sin el aval del marido, pues ella había reclamado “mano dura” ante la violencia de los piqueteros. La mayoría de los intendentes del conurbano de Buenos Aires, a su vez, se ha expresado en la misma línea duhaldista, entendiendo que, en definitiva, todo gobierno dispone de facultades para poner fin a la violencia y, de ese modo, fortalecer la democracia. Y el líder del grupo “Recrear”, Ricardo López Murphy, ha criticado con dureza la política del presidente pronunciando frases como ésta: “No acepto que grupos de enmascarados se atribuyan la potestad de suprimir mi libertad y dañar mis bienes”.
El presidente K, temeroso de perder popularidad en las encuestas se aferra al diálogo y considera que sólo así doblegará a los piqueteros. Lo cierto es que ya se han planificado los próximos cortes, que son publicitados por la prensa, entre otros motivos, porque ahora reclaman el pago de un aguinaldo.
Parece evidente que la tensión ha llegado a un punto de dificil retorno, y las expresiones de Eduardo Duhalde lo ponen en evidencia. De allí el enojo de Kirchner. En definitiva, los piqueteros acaso son la excusa. Porque, a pesar de todo, este es un tema menor ante los tantos que tiene el gobierno del señor K , que ha reaccionado en forma molesta, para poner un ejemplo, ante los trascendidos de supuestos contactos telefónicos entre las pandillas de secuestradores, el Edificio del Ejécito y la propia Casa Rosada.
Mientras se considera acertado el diganóstico de Duhalde al recordar que la paciencia de las sociedades tiene un límite (marcando indirectamente el suyo), los allegados al presidente Kirchner no se atreven a pensar qué sucedería si los piqueteros cumplieran con sus amenazas de aumentar la violencia, y buscan minimizar este distanciamiento, acaso preámbulo de ruptura. Y mientras Kirchner da inicio al período formal de su Gobierno por cuatro años ya sabe que Duhalde, en gira por temas del Mercosur, desde lejos “sigue de cerca su huella”, como el verso de Coleridge.