No soy un gramático. Por tanto, no se espere de mí que dictamine cuál es el lenguaje correcto desde el punto de vista normativo. Pero soy lector, escritor y profesor, lo que me faculta para opinar lo que me suena mal de lo que oigo o leo. Apenas me da tiempo a contestar telegramáticamente a la gavilla de “emilios” que recibo todos los días. Dios bendiga a mis “emilianos”.
Raquel Lafuente me pregunta si se puede decir “más mejor que”. La verdad es que se oye mucho, aunque por lo general más parece un ñoñismo. Podría valer en el caso raro de que designara al extremo de un grupo de viejos o mayores. Pero, en general, si eres adulto, huye de esa expresión.
Carlos Azuara (abogado de Barcelona) insiste en que el verbo “asolar” a él le suena mejor como irregular (“el terremoto asuela la costa”). Da como argumentos de autoridad que así se lo enseñaron en el colegio de los Hermanos Corazonistas y que de de ese modo lo emplea La Vanguardia. Tiene más autoridad el Diccionario de dudas de Seco. La ley suprema es el oído. “Asolar” es irregular, pero tampoco pasa nada si lo conjugas de forma regular.
Son muchos los corresponsales a quienes irrita el “imperativo de examen” (“contestar a la pregunta…”). Ahora es muy general como “imperativo de aviso” (“No utilizar el ascensor en caso de incendio”). Por ejemplo, Mario Bravo, Santiago García Mazariegos o Luis Roiz me reconvienen mi tolerancia al respecto. Pero, insisto, no se pueden poner puertas al campo ni diques a la corriente de la lengua hablada. El tiempo imperativo empieza a sonar autoritario o anacrónico. Me fascina el rótulo de una frutería madrileña cerca de Santa Bárbara: “Tomad mucha fruta”. Es una reliquia idiomática que debe conservarse.
Manolo Gago solicita mi favor para que los comentaristas de fútbol en la televisión recuerden que “marcaje” es la acción de vigilar a un jugador del equipo contrario para contrarrestar su juego. Parece que a algunos comentaristas les da por pegarse a la voz “marca”. Tiene razón el amigo Gago: “marcaje” y no “marca” para la acción indicada. ¿Será la influencia del periódico Marca?
Rafael Sánchez Arroyo, de Teruel, denuncia la tendencia a interpretar “estar en un brete” como “estar en un tris” (a punto de). Tiene razón. El “brete” era el cepo con que se inmovilizaba a los presos. Así pues, “estar en un brete” vale estar en dificultades o apuros, no estar a punto de nada.