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¿De que drama hablaba Maragall? No debí entenderle bien. Seguro que no quiso decir lo que dijo: que si las instituciones del estado rechazaban sus pretensiones –que pasan por la representación exterior de Cataluña y por la ruptura de la unidad del poder judicial– el drama estaría servido. Dicho así, suena a amenaza, pero, ¿lo primero que hace este líder socialista al verse de presidente es amenazarnos? Imposible. Porque si fuera así, Pasqual Maragall no sería Muy Honorable sino muy despreciable, y eso no me cabe en la cabeza. Cuando él dice “drama” no hay que entender “drama”.
 
Veamos el contexto. El pacto desde el que se va a gobernar Cataluña en los próximos años, ¿contiene acaso algún indicio de exclusión de algún sector social, de marginación de algún grupo, o tiene algún otro rasgo antidemocrático? Bueno, parece que los firmantes se conjuran contra un partido que tiene casi un millón de votantes en Cataluña, y que su obediencia en este asunto se extiende hasta el Congreso de los Diputados. Y también parece que la inmersión lingüística se impondrá en la educación secundaria, y que habrá represalias comerciales contra las empresas que no adopten el catalán como única lengua. Que no, que tampoco puede ser verdad, porque si lo fuera estaríamos, por un lado, ante un evidente intento de contrarrestar la lucha contra el Plan Ibarreche, un producto del terror; por otro lado, se marginaría flagrantemente a la mitad de los catalanes que tienen el castellano como primera lengua, además de coaccionar ilegalmente al sector privado. Si alguien intentara hacer esas canalladas, Pasqual Maragall no le dejaría. Por algo es Muy Honorable.
 
Se confunden quienes interpretan que “camino sin retorno” en labios de Maragall significa “camino sin retorno” y quienes creen que secunda a los artistas que, como Serrat, llamaron anticatalanes a cientos de miles de catalanes que optaban libremente por una opción política diferente a la suya. Yerran quienes creen que Maragall está abusando del ascendiente que tiene sobre Zapatero sin importarle destruir al PSOE, al que la mayoría de sus votantes creía estar votando. Es imposible que a un hombre Muy Honorable sólo le importe su situación personal y esté dispuesto, con tal de promocionarse, a traer la inestabilidad política a su país y a enfrentar a la sociedad. Porque si fuera verdad lo que parece que dice, lo cual es imposible, yo, como catalán, estaría muy ofendido con mi presidente y me consideraría amenazado por él. Pero, afortunadamente, un hombre Muy Honorable rige nuestros destinos, y podemos estar tranquilos. Ni es nuestro enemigo declarado ni quiere obligarnos a vivir en contra de nuestras convicciones ni, si nos negamos, forzarnos a abandonar Cataluña por la vía de la exclusión social. Porque no estamos hablando de un villano, caramba, sino del Muy Honorable Pasqual Maragall.
 

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