El promotor del Proyecto Varela pide ahora una nueva Constitución para su país. Ya no se conforma con reformar la castrista. Ha redactado un extensísimo programa que pretende ser una hoja de ruta para una futura transición en Cuba. Ninguno de los disidentes más importantes que como él aún permanecen fuera de la cárcel ha leído casi el centenar de folios en los que habla de lo que no existe y está muy lejos de existir. Aunque es más de lo mismo, al menos hoy, pide a todos los cubanos –incluido al actual gobierno- que se pongan de acuerdo para redactar y aprobar una nueva Carta Magna. En cualquier caso, según palabras del propio Oswaldo Payá, “se trata de no romper el orden institucional y no caer en la violencia”. No se confundan. Lo del “orden institucional” no es un sarcasmo. Habla en serio. Tampoco pretende ser irónico cuando dice lo de “no caer en la violencia”.
Lo intentamos -pueden creernos- nada nos gustaría más, pero no somos capaces de entender a Oswaldo Payá. Mientras cientos de presos de conciencia están siendo torturados salvajemente en las cárceles de Castro, el líder del Movimiento Cristiano de Liberación insiste en ofrecer diálogo a sus verdugos. Con él jamás perderán toda esperanza. Siempre podrán esperar el perdón y confiar en el olvido. Les ofrece todo el tiempo del mundo para rectificar y dialogar con los que sobrevivan a sus torturas. Que al paso que vamos serán muy pocos. Muchos de ellos son personas mayores y están enfermas. Este jueves hemos sabido que Martha Beatriz Roque inicia un ayuno de tres días para denunciar los ultrajes a los que está siendo sometida por aquellos que cuidan de lo que el promotor del Proyecto Varela llama “orden institucional”. Es cierto que Payá está en Cuba, que es buena gente y que es capaz de correr graves riesgos y de hacérselos correr a su familia, pero también es verdad que se ha metido en un jardín del que le resultará muy difícil salir. Por pedir ha pedido la desaparición del dólar.