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Federico Jiménez Losantos

El No-partido del Sí-Pimentel

Desde el famoso ratoncito nacido del parto de los montes no se había producido un alumbramiento con tanto ruido y tan poca sustancia como el partido de Pimentel. Tenía que ser un político del que no se sabe lo que piensa, probablemente porque se guarda muy mucho de hacerlo en público, el que anunciara la creación de un partido que no es un partido, qué vulgaridad, pero que sin embargo apenas recién nacido ya se presenta a las elecciones, no sabemos bien por qué, aunque sí sospechemos para quién. En cuanto a su programa económico es el de cualquier partido de cualquier ideología: es liberal porque respeta el mercado y la empresa, pero es socialdemócrata porque defiende las prestaciones sociales del Estado del Bienestar. Así se definía Verstrynge cuando salió de AP: liberal en lo político y socialdemócrata en lo económico. ¿O era al revés? En fin, que el Nopartido  del Sípimentel es como el PP e incluso, de boquilla, como el PSOE. De momento, ahí no hay novedad sino redundancia en lo más trillado, aunque lo único que nos anuncia es que se trata precisamente de una novedad, eso sí, excepcional; nunca vista en España (normal), ni en Europa (ojo), ni en el Mundo (ay).
 
La novedad es tan nueva, tan revolucionaria, tan inédita, tan imaginativa y tan chipiridemocrática que no se atreve a presentarse sola, en su flamante y deslumbrante desnudez, a los desprevenidos electores, quizás para que su brillo no les ciegue, aunque a cambio no puedan entender en qué consiste y cuál es su milagrosa diferencia. El padre de la criatura, esa agradable persona y nada fiable político que es el ex ministro del PP Pimentel, ha anunciado que es muy posible que la forma de presentarse a las elecciones del 2004 sea la de la coalición. Pero ¿con quién? Con el PP no será, porque Pimentel dimitió a traición, contándoselo a la prensa antes que a Aznar, para dejarlo solo en los peores momentos de la guerra de Irak tal y como intentó el PSOE en todos los ámbitos parlamentarios y extraparlamentarios. Cuando asaltaban las sedes del PP, Pimentel huyó del PP. No es fácil que le admitan como coaligado los previamente apuñalados por él.
 
¿Con el PSOE entonces? Eso podría ser. Si las encuestas no le van bien a Chaves, el socialismo andaluz podría tener interés en fletar el tingladillo de un político de largo y sinuoso recorrido y novelista de corta inspiración. Si se trata de arañar algún voto a la derecha presentando una reedición de aquella estafa que se llamó PAD (Partido de Acción Democrática), de Francisco Fernández Ordóñez, como trámite para ingresar en la nómina de altos cargos del socialismo gobernante, sólo podemos decir que es una de las estafas más antiguas que pueden recordar los electores, cosecha del 82. Y que no aporta nada al PSOE excepto eso que les gusta tanto: decir que la derecha es la extrema derecha y que la derecha realmente centrista, horrorizada por el hedor montuno de los atilas de Génova, se acoge a la liberalidad del socialismo, que para eso es la democracia. Y que si quieren votar a la derecha buena, deben votar a la izquierda.
 
También es posible que se presente coaligado con el PA, pero eso provocaría un problema muy serio, en caso de éxito: ¿cómo desdoblar las concejalías o consejerías de urbanismo, que es auténtico programa máximo de los partidos-bisagra? Delicada cuestión. Pimentel no es lo que se dice un desheredado, más bien parece adepto a la energía bien remunerada. La colisión entre el Alí nacionalista y el Babá centrista puede traer una sobrecarga excesiva a los juzgados andaluces, que no dan abasto con tanta corrupción. Los electores pueden dudar en votar esa coalición por el bien de la Justicia.
 
Pero hay una forma mucho más sencilla de evitar ese problema. Pimentel acaba de anunciar su modo de afrontar el Plan Ibarreche, que es la de Madrazo y la del PNV: “no meter a nadie en la cárcel”. Tanta demagogia, tan infame servilismo intelectual, tan abyecta tergiversación de la defensa de la unidad nacional y de la libertad constitucional que en heroica soledad intenta el PP, merece de los electores andaluces en marzo del 2004 un resultado acorde con su infatuación verbal y su indigencia moral: ni un solo voto para el No-partido de Sí-Pimentel. Seguro que él también vota a otro.
 

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