Los dirigentes de la vieja Europa, más Blair, al que cada vez le pesan más su déficit público y su socialismo, han advertido que quieren reducir el presupuesto de gastos comunitarios hasta el 1% del PIB de los países miembros de la Unión Europea a partir de 2007. Una ridícula escenificación de la debilidad política europea, pues lo que pone de manifiesto es lo limitado de los fondos europeos, que hoy suponen el 1,09% de ese PIB. En todo caso, cantidades mínimas, que se convierten en monumentales para los países de esa vieja Europa, en la que, sin embargo, el gasto público total ronda el 50% del PIB, pero que no es capaz de controlar sus déficits nacionales ni impulsar el crecimiento
Doble ridículo, si lo que se pretende es castigar a España, ya que para entonces –a salvo de atrocidades anticonstitucionales internas de nacionalistas, del PSOE y de IU– nuestro nivel de renta nos situará fuera de los fondos de cohesión y estructurales. Incluso con grandes posibilidades de que pasemos a ser contribuyentes netos de la Unión Europea, sobre todo si el eje franco-alemán continúa estancado, mientras nuestra economía mantiene su ritmo de crecimiento.
Por si fuera poco el ridículo, resulta que cerca del 50% del gasto comunitario se destina al sostenimiento de la política agraria común, que se resuelve, sustancialmente, en pagos a los agricultores franceses y alemanes. Una ceremonia de la confusión a la altura de ese gran botarate que es el presidente Chirac.