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No se sabe qué resulta más escandaloso: la contumacia en el delito de los aurigas del Parlamento Vasco o la obsesión en perseguir a quienes les recuerdan que su primera obligación es cumplir la ley. No se sabe qué resulta más obsceno: el empeño de Atutxa en no disolver la facción de ETA enquistada en el Parlamento Vasco y declarada ilegal por el Tribunal Supremo o la obsesión en expulsar de él a quienes defienden el Estatuto de Autonomía y la Constitución. No se sabe qué resulta más repugnante: las alcaldadas del que un día pareció la cara relativamente decente del nacionalismo sabiniano o las fechorías del que se ha revelado como uno de los presidentes más atrabiliarios y siniestros del retablo parlamentario del Estado de las Autonomías.
 
En todo caso, que sean los votos de los que no deberían estar en el Parlamento Vasco por constituir, según el Supremo, una rama de la banda terrorista ETA los que le sirvan a Atutxa y sus secuaces de EA e IU para expulsar y multar al Presidente del PP en el País vasco es una de esas atrocidades que no por perpetrarse en sede parlamentaria deberían quedar impunes. Tiene toda la razón Mayor Oreja en denunciar un auténtico crimen de lesa democracia, pero además de las denuncias el PP y el Gobierno deberían plantearse pasar de las palabras a los hechos. Por ejemplo: abandonando o instando a abandonar todas las comisiones y foros de representación parlamentaria donde esté presente el partido de Llamazares, que es el de Madrazo, que es el de la partida de Atutxa, que es el del Golpe de Estado permanente contra España y su Constitución. Si la actual legislatura se considera concluida, que vayan pensando estas medidas y otras más fuertes para afrontar los retos futuros. Y de paso, para que el PSOE se vea en la obligación de afrontarlos al lado de los que defienden la legalidad o al lado de los golpistas. En el nombre de la Nación, claridad.

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