Lo que son las cosas. La coincidencia en el Palacio de la Zarzuela, para la preceptiva audiencia real, de la presidenta madrileña y del presidente catalán ha servido para muchas cosas. Para empezar, habrá que decir que la torpeza de la Casa del Rey ha sido considerable, al convocar el mismo día a los dos presidentes autonómicos para ser recibidos por don Juan Carlos, cuando Esperanza Aguirre fue elegida un mes antes que Pascual Maragall. Un gesto que es, cuando menos, una evidencia de las "excesivas" preocupaciones de Zarzuela hacia los rebeldes. Parece como si en el entorno real preocupara más llevarse bien con los que ponen en duda tantas y tantas cuestiones de estabilidad; mientras que con los que trabajan día a día por la cohesión de España se cumple con frialdad y distanciamiento. A Pascual Maragall se le trata con preferencia en Zarzuela, mientras que con aquellos con los que han demostrado fidelidad a la corona se les paga con la "normalidad". Lo siento pero es una actitud que no se entiende, aunque nos la expliquen mil veces.
Pero en fin, estos "feos reales" han servido -mire usted por donde- para dejar claro quién está en cada sitio. Y entre otras cosas hemos podido comprobar las malas matemáticas, las malas bromas y el mal gusto de Pascual Maragall. El nuevo presidente catalán, que se ha permitido el lujo de bromear sobre los conocimientos matemáticos de Esperanza Aguirre, habrá que recordarle que a la presidenta madrileña sí le salen los números. Le salen los números más importantes que son los parlamentarios. Aguirre ha ganado dos elecciones consecutivas, la segunda vez con mayoría absoluta, y por lo tanto ha sido investida presidenta de la Comunidad de Madrid sin pedir ayuda ni a republicanos, ni a independentistas. Esas son las verdaderas matemáticas, las verdaderas cuentas. Las cuentas de la honradez política y de la coherencia personal. De esas matemáticas bien debería aprender -y mucho- el señor Maragall, que ha sido capaz de vender de todo, a cambio de gobernar a cualquier precio. Un gesto con el que es imposible que cuadren los números personales por mucho tiempo.