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Guillermo Rodríguez

Compren en Internet, que hace frío

Reparo en una noticia donde se afirma que Estados Unidos atraviesa una "tormenta perfecta de compras online". No me sorprende. Allí, la consolidación del comercio electrónico es un hecho desde el año pasado. Según los primeros datos, durante la segunda semana de diciembre las tiendas on line podrían haber facturado 2.100 millones de dólares, un 28 por ciento más que lo obtenido en el mismo periodo del año anterior.
 
Lo que me deja atónito son las causas que los compradores esgrimen para justificar su paso al e-commerce. Hay para todos los gustos: desde las más obvias, como las alentadoras noticias económicas, hasta las más extrañas. De estas últimas sobresalen la inclemencia del tiempo, la activación del ‘Código Naranja’ de alerta terrorista por parte del Gobierno estadounidense, el apagón de San Francisco o el terremoto de California.
 
Parece que cualquier excusa es buena para quedarse en casa y encargar los regalos de Navidad on line. Perfecto, sin duda, pero un poco frustrante para Internet. Si ésta tuviera vida propia se revolvería en el asiento para contrarrestar los motivos aducidos por los e-compradores. Porque existen impulsos muchos más relevantes para abominar de las tiendas de ladrillo y encaminarse hacia las de escaparate digital. Por ejemplo, que Internet nos ofrece el mayor y mejor surtido de artículos que cualquier persona pueda imaginar. Nadie hubiera podido vaticinar hace una década que tendríamos la posibilidad de comprar un producto, cualquier producto, sin levantarnos de la silla.
 
Internet también podría quejarse porque pocos tienen en cuenta el ahorro de costes que genera al comprador. Comparar el precio de un libro en el mundo real requiere de mucho tiempo. Compruebas el importe en una tienda, vas a otra y lo cotejas, acudes a la de más allá y vuelves a comparar. Suerte si en menos de dos horas has descubierto cuál es el comercio donde sale más rentable adquirir el volumen. En Internet no te lleva más de cinco minutos. Es decir, contribuye al ahorro de tiempo y dinero. Nada menos.
 
Pero lo importante, parece ser, es que llueve y truene, que el gobierno active la alarma anti-terrorista o que te pille un terremoto al lado de casa, eso si no se ha llevado por delante tu ordenador, la conexión a la red y la habitación entera. Las justificaciones empleadas por los compradores online estadounidenses corroboran la tesis que sostienen aquello de que el comercio en la Red nunca triunfará del todo en España porque el tiempo es cálido y acompaña a salir de casa. O la de los expertos que recurren a la costumbre "mediterránea" de tocar y ver un producto antes de pagar para negar el éxito del comercio electrónico.
 
Después de que las empresas se hayan roto la cabeza tratando de mejorar la seguridad de su website, de que hayan alcanzado acuerdos con otras compañías para ampliar su oferta de artículos o de que hayan destinado miles de euros con el propósito de perfeccionar su servicio de entrega a domicilio, ha llegado el momento de dar marcha atrás. Todos estábamos equivocados.
 
Ahora las tiendas tendrán que rezar para que durante todo el año caigan chuzos de punta, suframos algún que otro apagón o el Gobierno detecte un peligro serio de ataque terrorista. Sólo así el comercio electrónico triunfará algún día en España.

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