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Carlos Semprún Maura

Prensa amarilla

Una sobrina de mi mujer, periodista, nos dejó hace un par de días, como suele hacer, un fajo de revistas de las que reciben en su propio semanario, que no citaré por vergüenza ajena. Entre ellas, y como otras veces, estaba Le Nouvel Observateur, pero si hasta ahora lo tiraba a la basura sin leerlo, esta vez me entró la curiosidad de hojearlo y otearlo. Se trata del número doble 2042/2043, del 25 de diciembre al 7 de enero de 2004 porque, claro, estos periodistas progres se han ido de vacaciones a las Islas Caimán, Mauricio o Tahití, salvo los masoquistas, a quienes les gusta la nieve y que estarán esquiando en Zermatt o Davos o, mejor dicho, mirando la nieve desde los bares de sus hoteles cinco estrellas, porque todos chorrean dinero, pelas, parné, en esta publicación. Como se vende bien, hay mucha publicidad, y tienes que buscar los artículos, a veces también publicitarios, en esa selva de anuncios. Bien sabido es que las redacciones no seleccionan la publicidad, pues quieren el máximo para ganar el máximo, pero me parece sintomático que en uno de los buques almirantes de la prensa de izquierdas, junto con Le Monde, Libertation y el pobre -en todos los sentidos- La Croix, en su página de anuncios inmobiliarios sólo ofrezca... castillos.
 
El "profesor de la cachiporra", Jean Daniel, director, que se toma por profesor de moral y ejerce cierto magisterio entre viudas de generales y sindicatos de enseñanza, sigue su cruzada antiyanqui y descubre cada semana, por lo visto, que si los hombres fueran mejores serían menos malos. Ya se imaginan ustedes lo que entiende este señor por Bien y por Mal. Sería algo así como un Tusell, o un Pepín Vidal, más sus lamentos de llorona profesional. Pero yo no lamento haber pasado dos horas leyendo esta inmundicia, muy representativa de la izquierda francesa, rica pero acomplejada, y que por lo tanto necesita tranquilizantes para perdonarse, entre ellos el Nouvel Observateur. Ante el principal peligro actual, el terrorismo islámico internacional y sus "estados canallas", son, no faltaba más, muniqueses, o sea, conciliadores, o sea, cobardes, y dedican en este número un dossier de 46 páginas sobre la Biblia y el Corán: "Un Dios, dos Libros, tres religiones", para demostrar que teniendo "raíces comunes" somos todos hermanos. ¿Por qué nos matamos desde hace siglos?, se preguntan, fingiendo o siendo idiotas. La moraleja de este descubrimiento del Mediterráneo es que la culpa de todo la tienen el "Gran Satanás", George W. Bush. Pues eso, una porquería donde hasta Bernard Frank, que fue un columnista brillante, tartamudea insulsas sandeces.
 
Resulta que éramos muchos y parió la abuela; que todo iba mal en Francia, la economía, la enseñanza, los hospitales (cada día más mortales), los fracasados pinitos imperiales de Chirac y ahora nos enteramos que hasta el cine francés, el "mejor del mundo", está en crisis. Estando ultra-subvencionada, protegida, impuesta a las cadenas de televisión, etcétera, la excepción cultura cinematográfica está por los suelos. El motivo es bien sencillo: no tiene espectadores. Yo precisaría que no tiene espectadores porque no tiene talento.

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