Menú
Juan Carlos Girauta

Dos oportunidades y una incógnita

El consejero jefe de un gobierno que se supone de todos los catalanes, pero que ha impuesto la exclusión del primer partido de España y quizás en marzo el segundo de Cataluña, ha detectado dos oportunidades desde el atalaya de su medio millón de votos. La primera la formula sin tapujos: “agarrar al PSOE por donde hay que agarrarlo”. La segunda la proclama sin vergüenza: “hacer el cambio de régimen democrático”. Ambas merecen comentario.
 
Que el señor Carod pueda referirse con tanto desparpajo al partido de su presidente es un síntoma inequívoco de que el PSOE no infunde el menor respeto a nadie, pero también de algo que todos sabemos desde hace tiempo: que Maragall no se considera parte del PSOE. Es más, seguramente está de acuerdo con su mano derecha en la conveniencia de aprovechar la debilidad de Zapatero para modelar el PSOE a la medida de sus pretensiones. El PSOE opera en Cataluña como una marca implícita, ya que Maragall hace mucho que no la exhibe. Se supone que está detrás, lo que sirve para arrastrar el voto del cinturón industrial de Barcelona. Lo mucho que vale este voto una vez emitido queda perfectamente reflejado en la ausencia de consellers nacidos fuera de Cataluña, lo que constituye, cuando menos, una anomalía en una tierra con la estructura sociológica de Cataluña. Cualquiera que conozca mínimamente el PSC sabe que su cúpula es nacionalista desde hace muchos años. Nacionalista es Maragall como lo eran Obiols y Raventós. El PSC tiene incluso su teórico particular de la independencia de Cataluña: Xavier Rubert de Ventós. Pero, claro, el charnego útil no ha leído “De la identidad a la independencia” (1999).
 
La segunda oportunidad que cita Carod, hacer el cambio de régimen democrático, es más preocupante, si cabe, que la primera porque refleja el ánimo frentepopulista de quienes sólo conciben la democracia si gobierna la izquierda. Ya advirtió Aznar que se trataba de cambiar el régimen, y ahora Carod, al reconocerlo, vuelve a demostrar que la única ventaja de la irrupción de ERC en la arena política es que no oculta sus intenciones. Se alinea así con Llamazares, que considera el derrocamiento del PP una cuestión de salud pública, expresión que nos retrotrae no ya a su querida revolución de daiquiris y mulatas sino a la mismísima revolución francesa. Para tener otro frente popular con el que abrir el siglo XXI colgados de la maldición de nuestra izquierda estúpida y traidora sólo falta un requisito: que el PSOE asuma el discurso del cambio de régimen y de la salud pública. Esta es hoy la principal incógnita, que podría despejarse muy pronto para bien si a Zapatero le queda un gramo de sensatez. O para mal si lleva hasta las últimas consecuencias el atinado aserto de Carod: “No es lo mismo el PP que el PSOE”.

En España

    0
    comentarios