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Víctor Llano

El año que viene en La Habana

Después de remar contra corriente durante 45 años, el exilio cubano -probablemente el mejor de la historia- no va a morir en la orilla. Menos ahora que conoce que en Cuba hay héroes como Óscar Elías Biscet y Martha Beatriz Roque. Ya queda menos. Casi nada. Si han llegado hasta aquí podrán aguantar un poco más. Sus verdugos lo saben. La robolución no soporta más fracasos. Castro y sus cómplices ya no pueden sobrevivir sin los turistas estadounidenses. Y aunque es cierto que el coma-andante está como una regadera y que es capaz de gastar su última bala y provocar una nueva crisis de balseros para intentar que George Bush no sea reelegido, no puede ignorar que esto sería su fin.
 
Incluso cabe la posibilidad cada vez menos remota de que alguno de los generales que ha convertido en millonarios se lo impidiese. Le están perdiendo el respeto. El 4 de diciembre apareció en el Granma con bigotito a lo Hitler. Antes no pasaban estas cosas. Se cuidaba hasta el más mínimo detalle. Las fotografías que se difundían del Máximo Líder superaban todo tipo de controles. Ninguna "sombra de micrófono" provocaba un efecto indeseado. Pero hoy al coma le están creciendo los enanos. La inversión extranjera en la Prisión-grande ha enriquecido a decenas de pistoleros castristas. Tal vez antes de perder lo mucho que han conseguido robando decidan desprenderse del Padrino.
 
Si los venezolanos logran desalojar a su compadre del poder y Bush gana las elecciones en octubre, al Máximo Líder le quedarán dos noticieros. Sin petróleo y sin los turistas norteamericanos no podrá continuar cebando a los perros de los que se sirve para reprimir a 11 millones de cubanos. Y cuando los perros tienen hambre no distinguen. Castro lo sabe. Está como una cabra y ya no le llega mucha sangre al cerebro, pero no es tonto. No puede ignorar que le rodean bandidos casi tan canallas como él. Son de ellos de los que debe cuidarse y no de los activistas de los derechos humanos que ha encarcelado.
 
Tal vez pequemos de optimistas, pero estamos convencidos de que este año acabará siendo bueno para las víctimas de la barbarie castro-comunista. Por una vez coincidimos con gran parte de los sesudos analistas estadounidenses. A los dos millones de exiliados que huyeron de la Isla-cárcel nadie podrá silenciarlos. Ni los herederos de sus verdugos, ni los que les ofrecen diálogo después de recibir todo tipo de ayuda de quienes quieren ningunear. El año que viene en La Habana.

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