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El aislamiento transatlántico

Hay quien se lo achaca al impulso de George W. Bush, pero el verdadero responsable de lo que está ocurriendo con la aviación comercial y con las crecientes incomodidades y dificultades para los viajeros transoceánicos es Ben Laden y no otro. El 11-S no podía dejar inalterado el fenómeno de la globalización. Los terroristas de Al Qaeda se beneficiaron de la laxitud de los controles en el tráfico aeroportuario del momento y podrían beneficiarse de nuevo de la imposibilidad de establecer controles estrictos, por ejemplo, al movimiento mundial de contenedores, de los cuales, algo más de seis millones llegan todo los años a puertos norteamericanos.
 
Y, sin embargo, hay gente en Washington, que no está dispuesta a resignarse y creen que sí es posible luchar y vencer "al mal". Los Estados Unidos, la sociedad americana, vive atemorizada y en guerra desde los atentados terroristas del 11-S, amplificados por las cartas de ántrax que les siguieron. El presidente americano está dispuesto a hacer cuanto esté en su mano para que situaciones como aquellas no se repitan. De ahí las cancelaciones consecutivas del ya famoso vuelo BA 223 y de otros aparatos de Aeromexico y Air France.
 
La incredulidad o indignación con que se reciben en Europa las noticias de los nuevos controles biométricos para quienes quieran arribar a suelo americano sólo pone de relieve la distinta actitud de europeos y americanos frente al terrorismo. En Europa se cree que porque conocemos a ETA, el IRA, los corsos, las Brigadas Rojas o la Baader-Meinhoff, podemos convivir, malamente, con el terror. En Estados Unidos, la elite política en el poder esta firmemente convencida de que es posible y se debe luchar contra el terrorismo global Irak ha sido un buen test de su voluntad y, lo que es peor, que los europeos no lo estamos en igual manera. En algún momento de la primera mitad de 2002, creen, sucumbimos a nuestra propia debilidad.
 
Sintiendo una Europa descolgada, con la excepción de unos pocos aliados, deseables de encontrar pero no imprescindibles para reordenar la seguridad del mundo, la irrelevancia del llamado diálogo transatlántico estaba servida. Si los europeos no encuentran rápidamente una fórmula que permita mantener el flujo de intercambios de personas y mercancías entre ambas orillas del Atlántico, bajo los estándares de una nación que, guste o no, está en guerra y eso incluye la figura del guardia armado en determinados vuelos sensibles, lo que se avecina es un inexorable aislamiento entre América y Europa, tanto físico y material como político y psicológico. No será la primera vez en la Historia, pero en anteriores ocasiones quien más ha sufrido por ello, a veces con millones de muertos, han sido los propios europeos.
 
GEES: Grupo de Estudios Estratégicos

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