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Un lector de Engels

El alcalde de La Coruña, Francisco Vázquez, está cumpliendo su promesa de arrebatarle nada menos que a la multinacional Altadis los sueños de especulación con unos terrenos situados en pleno centro neurálgico de la ciudad. El alcalde ha decidido expropiar -léase, comprar a precio de saldo sin el consentimiento de la otra parte- la ex Fábrica de Tabacos con motivo de evitar la "especulación inmobiliaria" y construir unas 350 viviendas de protección oficial a un precio máximo de 120.000 euros, además de un aparcamiento y una zona comercial. Por si esto fuera poco, el Ayuntamiento se quedará con el edificio de la antigua factoría para ubicar oficinas municipales.
 
Vázquez manifestó que esta medida es "un símbolo'' de la nueva legislatura, al tiempo que señaló que la expropiación forzosa del solar será "una noticia esperanzadora para los ciudadanos y gratificante para compensar los sinsabores de las cigarreras''. En cuanto a Altadis, propietaria del solar, recibiría entre 12 y 15 millones de euros por la expropiación, de un solar que en el mercado se calcula que podría valer más de 100 millones.
 
Hay tres razones que explican los atropellos de Vázquez a los derechos de propiedad de los coruñeses. La primera es ideológica: se está expropiando a una tabaquera, símbolo para la izquierda de hoy de la explotación capitalista y del libre mercado desenfrenado. La segunda es política: Vázquez ganó las últimas elecciones ajustadamente y necesitaba una gesto político que lo mostrara como un líder resolutivo y consciente de los problemas de la gente. La tercera es económica: esto es un negociado más grande que el estadio del Riazor, donde habrá premios para todos los que callen y otorguen frente a los abusos del alcalde.
 
Esta señal de omnipotencia gubernamental orquestada por el alcalde no es algo nuevo para los habitantes de La Coruña. En junio del año pasado, Vázquez dijo que el Ayuntamiento estaba dispuesto a expropiar un total de 111 solares y casas para construir viviendas sociales destinadas a venta o alquiler. La medida se aplicaría si los propietarios no acceden a construir o reformar sus inmuebles. En otras palabras, o hacen lo que pretende el alcalde o se queda con los pisos, ya que para él es un crimen el hecho de que un propietario pueda obtener una renta del suelo y un interés del capital invertido en su casa.
 
"Se acabó esa especulación de tener años y años una parcela vacía o un edificio ruinoso esperando a que se vayan los inquilinos y a que siga subiendo el precio del suelo", subrayó Vázquez en esa oportunidad, demostrando no sólo quién es el señor feudal en esta ciudad sino también que es una gran lector de Friedrich Engels.
 
En efecto, en un trabajo publicado bajo el nombre de "Contribución al problema de la vivienda", Engels discute con Proudhon acerca de lo que hay que ser frente a los precios altísimos que tienen las viviendas para los obreros de la época. Para Engels la solución a la escasez del suelo era la misma que para Vázquez: el robo legal en nombre del pueblo. Escribe Engels: "Lo cierto, sin embargo, es que ya hoy existen en las grandes ciudades edificios suficientes para remediar en seguida, si se les diese un empleo racional, toda verdadera penuria de la vivienda. Esto sólo puede lograrse, naturalmente, expropiando a los actuales poseedores y alojando en sus casas a los obreros que carecen de vivienda o que viven hacinados en la suya. Y tan pronto como el proletariado conquiste el poder político, esta medida, impuesta por los intereses del bien público, será de tan fácil ejecución como lo son hoy las otras expropiaciones y las requisas de viviendas que lleva a cabo el Estado actual".
 
Fidel Castro no lo hubiera hecho mejor.

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