El público del estadio Santiago Bernabéu siempre ha sido muy exigente, hasta el punto que dicha exigencia ha llegado a confundirse con la crueldad más absoluta. Aquello inspiró a Rafael Azcona el guión de "El cochecito", película dirigida por el italiano Marco Ferreri en el año 1960, que contaba las peripecias de un paralítico (don Anselmo, interpretado por José Isbert) para conseguir que sus hijos le compraran un cochecito y así poder acompañar hasta la calle a su mejor amigo. Y es que, durante un tiempo al menos, Santiago Bernabéu dejó pasar gratis al estadio a aquellos seguidores que sufrieran algún tipo de minusvalía. Los colocaba a todos detrás de las porterías y recuerda Azcona que se llevaban unos balonazos tremendos. Al término de un partido el guionista de "El pisito" o "El verdugo" coincidió con un grupo de estos aficionados que iban criticando con saña a los jugadores: "¡Pero si es que no se mueven!". Aquella paradoja inspiró, como decía, a Rafael Azcona.
De esa "exigencia-crueldad" no se ha salvado casi nadie a lo largo de cien años de historia. La sufrió en sus propias carnes Alfredo di Stéfano, y de ahí para abajo: Velázquez, Michel, Butragueño, Sanchis, Pirri, Camacho, Figo, Martín Vázquez, Ronaldo, por decir únicamente algunos futbolistas que habrían resultado intocables en cualquier otro estadio del mundo. Zidane y Beckham se han salvado por ahora; en el caso del francés porque resulta muy complicado meterle mano, y con respecto al inglés porque todavía es demasiado pronto y el hombre se está dejando la piel a tiras. Hasta hace dos días uno de esos privilegiados era Roberto Carlos, pero en el aburrido partido de Liga contra el Murcia se le acabó también la bula al brasileño.