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Federico Jiménez Losantos

Sin España, adiós economía española

Rodrigo Rato, que sigue exhibiendo un admirable estado de forma político tras la designación de Rajoy, ha presentado un balance y una perspectiva de la economía española para el año que viene que, siendo prudentes, resultan notables, y en la coyuntura europea e internacional, sobresalientes por no decir milagrosos. Pero acaso lo más importante de su mensaje ha sido el aviso de que la actual prosperidad de la economía nacional, sin precedentes ni parangón en nuestra Historia, se iría al garete si triunfasen los proyectos de liquidar el edificio institucional que la izquierda y los separatistas sostienen sin embozo. Para los liberales es un axioma indiscutible que la base de la prosperidad son las instituciones sólidas, en lo jurídico y en lo político, sin las cuales el negocio deviene mafia y el lucro oscila entre la picaresca y el atraco. Sólo en un Estado de Derecho digno de tal nombre puede desarrollarse una economía de mercado. Y lo que Zapatero, los ibarreches y los rovireches quieren cargarse son las dos cosas: el Estado y el Derecho.
 
Conviene que Rato insista en este mensaje. No porque el mundo de los negocios de Cataluña o el País Vasco vaya a caer en la cuenta del proyecto de ruina separatista con el que conviven tan contentos, sino para que la gente del común y el común de la gente sepan que, además de la liquidación de la idea de España, la alternativa social-comunista-separatista al PP supondría el malbaratamiento de nuestra economía, el fin de nuestro crédito internacional, el frenazo a la confianza interna y el cortocircuito de ese círculo virtuoso que ha hecho de nuestro país en los últimos ocho años un verdadero oasis dentro del páramo económico europeo. Con muchas reformas y liberalizaciones pendientes, que los liberales somos los primeros en reclamar, pero una maravilla si lo comparamos con los fangosos piélagos deficitarios de Francia, Alemania o Italia. La gente normal suele ser menos estúpida y menos suicida que ciertas burguesías más atentas a la subvención y las fidelidades tribales que a la lógica del beneficio dentro de la ley. Y es a esa gente normal, a la que paga impuestos y por eso mismo ha votado a Aznar, a la que debe convencer el PP de que, además de una obligación moral, defender la continuidad de España es una inversión de futuro, a la larga la más rentable de todas.
 
Sin España no habrá economía española, no hay futuro económico que no sea luctuoso y balcánico, y esa es una parte del mensaje de Rajoy que Rato puede explicar mejor que nadie. Además del gesto de buen perdedor, es también una inversión en su propio futuro político, si quiere tenerlo, y en todo caso una aportación casi tan importante como la de Aznar, de las que marcan la diferencia entre un partido y una partida, de las que, en el orden moral y material, deberían marcar la diferencia entre la Derecha y la Izquierda. Una diferencia tan absoluta como la mayoría que necesita el PP. Y España, claro.
 

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