Hay pocas ministras guapas por el ancho mundo, aunque tampoco es lo que se pide a las ministras, o ministros, sino más bien energía e inteligencia (que se supone). Pues Claudie Haigneré, ministra delegada a la investigación científica, es guapa, inteligente, y además cosmonauta. Debe de ser la única. Sin embargo, la pobre se encuentra en mala postura: 4.500 investigadores han firmado un documento exigiendo más créditos, si no quiere que dimitan todos en bloque. Es cierto que si la enseñanza va mal en Francia, la investigación va peor, algo que se sabe hace tiempo. Las autoridades dicen que sería necesario un gran proyecto europeo porque cada país, por su cuenta, no daría abasto. Es muy probable, pero las realizaciones no se ven; todo se queda en proyecto.
La ministra cosmonauta defiende, como es lógico, su presupuesto y su ministerio, pero lo que nadie dice claramente es que el CNRS (Centro Nacional de Investigaciones Científicas) se ha convertido en un gigantesco mamotreto burocrático, verdadera ganga para innumerables investigadores que no investigan nada. Precisemos que esto concierne, sobre todo, a los departamentos de "ciencias humanas y sociales" en donde a los investigadores, filósofos, sociólogos, lingüistas, etcétera, sólo se les exige un informe anual –que los más listos pueden redactar en quince días– para cobrar su sueldo mensual, tener derecho a una pensión y demás ventajas de los funcionarios de la enseñanza. Lo cual les permite escribir sus libros, viajar, trabajar para editoriales, ocuparse de política revolucionaria, o fumar marihuana como enanos. Todo ello muy agradable, no cabe la menor duda. Claro, en los laboratorios de biología, química, física, etcétera, no es exactamente lo mismo; los científicos pasan muchas más horas en el tajo que nuestros "poetas".