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Ignacio Villa

Cuidado con la confianza

Esto se acaba. Los plazos del final de la presente legislatura se van cumpliendo de forma rigurosa y el próximo lunes se cierra el "chiringuito". Se acaba, formalmente, la legislatura. Es la última de José María Aznar: se cierran ocho años de Gobierno y, por lo tanto, se cierra una etapa importante de la política española.
 
Llevamos días y días de balances y recuerdos, de sentimientos y afectos. Pero por encima de todo se acaban ocho años de Gobierno de una forma poco habitual. Un presidente del Gobierno, en plenitud de condiciones y de apoyos, deja el poder. Un adiós nunca visto y que, sin duda, con el tiempo recibirá todo el lustre que se merece. Aunque ciertamente el proyecto Aznar no acabará bien, sí no termina con una victoria electoral. Aznar será recordado por su forma de dejar el poder, pero para que el recuerdo sea completo en toda su dimensión es necesario que deje en La Moncloa a su sucesor. La llegada de Mariano Rajoy a la Presidencia del Gobierno formará parte de la correcta despedida de Aznar. Sin esa victoria no se cerrará el ciclo correctamente, y las críticas no tardarán en llegar.
 
Mientras salimos de esa duda, este lunes, con la disolución de las cortes, comienza lo que va a ser una campaña electoral dura como pocas. No dudamos que será feroz, intensa e, incluso, inhumana. Rajoy y Zapatero se la juegan a una carta; el perdedor no será nadie el día siguiente a las elecciones y por lo tanto hay que estar preparados para todo. Esta campaña además se presenta especialmente dura por el contraste entre los dos grandes partidos. El PP llega al 14 de marzo con un bagaje de ocho años de gestión solvente y eficaz; mientras que el PSOE aterriza en un momento en el que no tiene ningún liderazgo y con una fuerte crisis de proyecto y de programa. Los populares saben lo que quieren, mientras que los socialistas ofrecen una imagen dramática de desorientación.
 
En esta situación las encuestas son claras, pero quizá tanta evidencia no es buena para la participación ciudadana. El PSOE se encuentra bajo mínimos, con una deplorable imagen; por su parte el PP tiene en su haber una oferta convincente y clara. Tanto contraste puede desmotivar al votante popular y relajar a su militancia. Tanta desventaja puede hacer reaccionar también al votante socialista que, aunque harto de Zapatero, no renuncia a sus siglas. Tanta diferencia, en definitiva, puede ser un peligro para la candidatura de Rajoy. Las cosas parecen claras, pero no hay que despreciar la campaña electoral. Hasta el final nadie deberá confiarse. Y aunque el PSOE, tal como está, es un peligro para la estabilidad, eso no es suficiente. Desde las filas populares tienen que actuar en la campaña como sí estuvieran ante un empate técnico. Todo parece claro, pero la confianza es el peor enemigo. Que no sea por no decirlo.

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