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Diana Molineaux

A la luz de la luna

El anuncio del ambicioso programa espacial presentado por el presidente Bush hace un par de días fue recibido con el mismo ridículo que en su día la “guerra de las galaxias” de Ronald Reagan y con rasgamiento de vestiduras ante los enormes gastos que representa poner una base tripulada en la Luna, cuando aquí en la Tierra hay malas escuelas y enfermos sin tratamiento.
 
En un año electoral, el aspecto financiero sirve de munición a quienes no paran de lamentar el déficit de presupuesto, que con 500 mil millones proyectados para este año es el mayor de la historia, aunque es más bajo en porcentaje que en la época de Reagan. Quienes mejor aprovechan estos argumentos son, naturalmente, los candidatos demócratas a la presidencia que han quedado ahora reducidos a siete y que enarbolan las últimas encuestas, según las cuales el déficit preocupa a los norteamericanos y quieren eliminarlo según la fórmula demócrata y no la del presidente Bush.
 
Los preguntados quieren, en un 60 por ciento, que el déficit se elimine "cancelando algunos recortes fiscales" y tan solo el 21 por ciento aconseja moderar los gastos públicos, es decir, por tres a uno se apuntan a la fórmula demócrata. En realidad, estos resultados podía haberlos anunciado Perogrullo sin necesidad de gastarse dinero en hacer el sondeo: cuando el 50 por ciento de la población paga prácticamente todos los impuestos, es bastante previsible que el otro 50 por ciento quiera que sea la otra mitad la que cargue con el problema del déficit. Igualmente, cuando el 50 por ciento que no paga es el principal beneficiario de los servicios públicos, es igualmente inevitable que se resista a recortes en el gasto de prestaciones sociales.
 
Lo que las encuestas —y los demócratas— no preguntan es si los trabajadores estarían dispuestos a perder sus empleos en caso de una recesión o a pagar intereses más altos por sus hipotecas o a que le racionen la atención médica. Llegado el momento, los republicanos harán éstas y otras preguntas semejantes. De momento, dejan que los demócratas se desangren en sus mutuos ataques para conseguir la nominación y que de momento han debilitado mucho al que parecía imparable hace tan solo una semana, el ex gobernador de Vermont, Howard Dean, que va ya detrás de los candidatos Gerphard y Kerry en las primarias de Iowa de la próxima semana.
 
Desorientación demócrata
 
El vaivén en el sentimiento popular refleja el problema demócrata, que no tienen nada claro quién ha de luchar para devolverles la Casa Blanca: tan solo el 19 por ciento del país cree que los demócratas tienen un grupo "fuerte" de candidatos, con un 48 por ciento convencido de que la selección de aspirantes es más bien "floja".
 
El apoyo por Dean era probablemente un reflejo de la poca confianza en el pelotón demócrata, pues cualquier análisis racional concluía que su "elegibilidad" era un tanto remota, por mucho que su estilo flamígero y la pasión de sus discursos calentara el corazón de los correligionarios desterrados del poder ejecutivo y legislativo: con la promesa de subir los impuestos de prácticamente todo el mundo, tan solo el 14 por ciento de la población creía, en el momento de más auge de Dean, que podría derrotar a Bush en las elecciones de noviembre.
 
Dinero, dinero y dinero
 
Menos sorprendente, pero también muestra de la desorientación demócrata, es la impresionante recuperación del senador de Massachussets, John Kerry, quien ha pasado del 14 al 24 por ciento de la intención de voto en tan solo dos semanas y se sitúa así en primer lugar en Iowa.
 
La razón no puede estar en el peso específico de Kerry ni el patriotismo que demostró en su día como soldado, pues ambas condiciones existían antes como ahora, sino en la inyección de fondos para su campaña: al ver que su apoyo se desmoronaba, Kerry empeñó su fortuna personal para hacer llegar su mensaje.
 
El gran perdedor
 
Tanto Kerry como Dean pueden permitirse una derrota por escaso margen en Iowa: a fin de cuentas, ambos son de Nueva Inglaterra y donde realmente han de ganar es en New Hampshire, que es su propio terreno. Quien no juega en campo ajeno es el representante de Missouri, Dick Gephardt, y no sólo por cuestiones geográficas: Gephardt es el candidato sindical y en Iowa los sindicatos son fuertes, organizados y hacen campaña intensamente por él.
 
Iowa es el estado en que Gephardt tiene que ganar como condición necesaria pero no suficiente para llevarse la candidatura. Las encuestas indican lo contrario y aunque pierda por un margen escaso y aunque se mantenga en la carrera electoral, será probablemente el fin del camino.
 
La mano de Clinton
 
En Iowa no tendrá relevancia porque no se presenta, pero el general retirado Wesley Clark va ganando apoyo a escala nacional y en el estado de New Hampshire, donde las primarias son una semana más tarde.
 
No es ningún secreto que Clark es el candidato del ex presidente Bill Clinton, aunque no todos están convencidos de la teoría generalizada de que su motivo es cerrar el camino a Dean y debilitar el campo demócrata para garantizar la victoria de Bush y dejar libre el campo demócrata para Hillary Clinton en el año 2008.
 
El apoyo por Dean o por Clark se está convirtiendo en una lucha por el liderazgo del partido demócrata que Clinton quiere conservar y otros demócratas consideran que ya no le corresponde. Pero Clark es peligroso para Hillary: su torpeza y rigidez inicial van desapareciendo y tiene, a pesar de que Bush va por delante entre un 17 y 21 por ciento en las encuestas, más posibilidades de ganar que Dean. En este caso, a Hillary le saldría el tiro por la culata, pues habría de oponerse a un demócrata en las siguientes elecciones.

 

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