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Carlos Semprún Maura

Si no es una guerra, lo parece

Al cursi de Dominique de Villepin, ministro de Exteriores, le molesta, por lo visto, el proyecto de ley para prohibir el velo islámico en las escuelas, porque eso crea problemas en los países musulmanes, y peligra la "gran política árabe de Francia". En la UNESCO, el más inútil de todos los mamotretos onusianos, como en la prensa, ha declarado recientemente que no existe guerra o choque entre civilizaciones. Estoy totalmente de acuerdo con él, pero pensando lo contrario, o sea, que no puede haber enfrentamiento de civilizaciones cuando se trata de un enfrentamiento entre una civilización imperfecta y renqueante, y la barbarie.
 
Que el señor ministro abra las ventanas de su ministerio, que por primera vez en su historia conoce huelgas reivindicativas, y contemple los "eventos que acontecen en la rúa". Una semana después de que explotara el coche del recién nombrado prefecto del Jura, Aïssa Dermouche, otra bomba hizo explotar, en la madrugada del pasado domingo, la puerta y los cristales de la Escuela de Altos Estudios Comerciales, en Nantes, de la que fue director, antes de aceptar el cargo de prefecto.
 
Parece evidente que alguien no soporta la carga simbólica de su nombramiento. Sin embargo, la policía privilegió durante unos días la pista privada, imaginando un estrafalario guión de celos y venganzas, que tampoco podía descontarse totalmente, pero las personas arrestadas en ese contexto, creo que fueron tres, enseguida fueron liberadas, ya que nada pudo demostrarse contra ellas. Yo, como tantos, y tan tontamente, creyendo lo que decía la prensa, escribí que el señor Dermouche era el primer prefecto de "origen magrebí". Pues es falso. No han sido muchos, desde luego, pero fueron varios, y uno de ellos, nombrado por el General de Gaulle, y hoy jubilado, ha declarado que él también había sido amenazado e insultado. Era por los años sesenta, cuando el caótico fin de la tremenda Guerra de Argelia había hecho estallar por doquier los odios y sinsabores, y sobre todo, las bombas de la OAS.
 
Si el mismo ministro cambia de ventana, o de gafas, podrá percatarse de que dos organizaciones antirracistas han presentado querellas ante los tribunales, por las manifestaciones del sábado 17 contra la prevista ley que prohibiría el velo islámico en las escuelas, y concretamente, contra las declaraciones antisemitas del chulo Mohamed Latrèche, fuhrer del diminuto Partido de los Musulmanes de Francia.
 
Ocurre, sin embargo, que en la mayoría de las mezquitas de Francia, las que copan el Consejo del Culto musulmán, en las prédicas del viernes por la tarde, los imanes no sólo hacen gala de antisemitismo, sino que arremeten contra los "nuevos cruzados" cristianos –evidentemente, contra Israel, y el Gran Satanás, los USA– y contra todo lo que pueda representar la civilización occidental. Es exactamente el mismo discurso que el de Bin Laden. Y como nunca pasa nada, como todo ello intenta ocultarse, el señor Latrèche se creyó que podía repetir lo mismo en la Plaza de la República, en París. La República, dormida, pareció estremecerse levemente, pero puede que sólo se trate de una ilusión. La vida es sueño.

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