El "Gene Tunney" lleva un chorrito de zumo de limón, vermut seco y ginebra a partes iguales (conviene sin embargo cargar un poquito más la mano con esta última), hielo troceado, una cáscara de limón y una ducha rápida de zumo de naranja que debería sortearse con una pizca de miedo, "¡pis-pas!", "te veo y no te veo", casi sin tiempo para que la coctelera lo asimile, como un "jab" corto y seco que deje ligeramente "groggy" a quien lo ingiera, y eso a pesar de que el adjetivo "groggy" proceda del grog, bebida elaborada a base de ron (léase "Diccionario Espasa" de términos deportivos de Recaredo Agulló) y no de la ginebra que es lo que realmente lleva este "Gene Tunney" que les cuento. Agitar y servir. Y beber, sobre todo beber.
Estoy convencido de que si uno cierra los ojos mientras ingiere parsimoniosamente el "Gene Tunney" pasa a formar parte de los ciento veinte mil espectadores que abarrotaron el Sesquincentenial Stadium de Filadelfia para presenciar la pelea del 23 de septiembre de 1926, aquella que enfrentara al guapo Tunney con el campeón Jack Dempsey, "el ciclón de Salt Lake City". Esto es lo que tiene, ladys and gentlemans, eso de retirarse del boxeo con el título de campeón del mundo de los pesos pesados. Sólo lo han conseguido tres púgiles a lo largo de toda la historia. A Gene Tunney le hicieron un cóctel que lleva su nombre, mientras que a Rocky Marciano le suplantó en la gran pantalla Paul Newman (notablemente más agraciado que él) en la arrolladora película de Robert Wise "Marcado por el odio", aunque allí Newman no era Rocky Marciano sino Rocky Barbella. Rocky al fin y al cabo. Y ahora el británico Lennox "gentleman" Lewis sigue idéntico camino. ¿Quiere un cóctel que lleve su nombre, persigue el cóctel "Lennox Lewis"? ¿O acaso busca que le interprete Cuba Gooding Jr. en la gran pantalla después de seis largos y agotadores meses de gimnasio?