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Encarna Jiménez

Los cinco sabios

José Luis Rodríguez Zapatero, en sus propuestas electorales, ha presentado un comité de cinco intelectuales que asesorarán sobre materia televisiva si el PSOE gana las elecciones. Los filósofos Fernando Savater y Emilio Lledó, el experto en comunicación Enrique Bustamante, el académico Lázaro Carreter y la ex senadora Victoria Camps dictaminarán sobre los límites morales de los contenidos y asesorarán sobre los ideales de un medio que puede tener efectos diabólicos en la sociedad.
 
Sin embargo, el fichaje de los cinco “sabios”, habituales colaboradores en su mayoría del diario El País, suena a música celestial cuando el embrollo de la televisión en España es de carácter gigantesco, sobre todo en lo que afecta al inmenso déficit de las televisiones públicas, del que no se vislumbra ninguna solución. Habrá que oír o leer sus manifestaciones en un futuro, pero si tienen el mismo efecto que los antiguos informes de Victoria Camps, se toparán con una realidad bastante complicada y sólo habrán conseguido que el PSOE meta en nómina un grupo de apoyo que, en todo caso, es menos efectivo y espectacular que el fichaje de Cristina Alberdi por Esperanza Aguirre.
 
Probablemente, un “sabio” que no tenga necesidad por motivos profesionales de seguir los acontecimientos de la pequeña pantalla lo que recomendará es vivir sin ella. De hecho, parece que Emilio Lledó hace gala de no verla nunca, pero el reto al que se enfrentan los políticos no es tener asesores de postín, sino dar ejemplo cuando gobiernan de que son respetuosos con la pluralidad y la profesionalidad y no se gastan los duros del contribuyente para sostener una maquinaria de propaganda y alienación en el peor sentido de la palabra.
 
La realidad de la televisión la estamos viendo en estos días en los que hay una lucha encarnizada entre las principales cadenas. Series españolas, “reality shows” de supuestos famosos, programas rosa y de testimonios se programan y contraprograman para ver quién consigue ganarle un punto al contrario y vender sus espacios publicitarios mejor que la competencia. Cualquiera, sin ser sabio, puede comprobar que no hay más objetivo que el comercial y para ello vale casi todo. De momento, la única opción que tiene el telespectador es descolgarse de una oferta que acabe incomodándolo y, de paso, dar algún disgustillo a los programadores con su traición.
 
En cuanto a los programas políticos, aparte de brindis al sol y promesas que suenan bien, hay razones fundadas para dudar de ellos en materia televisiva. El Partido Popular aún no ha hecho ninguna propuesta, ni siquiera de adorno, pero es que con mantener a Urdaci y meterle una millonada a TVE para seguir alimentando el monstruo ya tiene bastante.

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