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Encarna Jiménez

Zapatero en Telecinco

Al igual que Antena 3 ha comenzado su programa, lamentable, sobre la boda del Príncipe, Telecinco se ha estrenado con las entrevistas de campaña con la del líder del PSOE, José Luís Rodríguez Zapatero. Con un estilo diferente al de Urdaci, Juan Pedro Valentín, director de los informativos de la cadena, dedicó veinte minutos a interrogar al político sobre cuestiones que preocupan a una gran parte de los españoles en un ambiente que, como priva en estas ocasiones, tenía una puesta en escena discreta y sin alardes, como los trajes de los intervinientes.
 
En la entrevista destacó un mensaje claro: “Si la ONU no toma las riendas del conflicto con Irak, haremos que el Ejército español vuelva a casa el próximo 30 de junio”. Con esta frase dejaba claro que uno de los aspectos, quizá el principal que considera el Partido Socialista que más mella puede hacer en plena campaña al Partido Popular, es precisamente la guerra de Irak. A pesar de que en las elecciones municipales y autonómicas, al darse por ganada la guerra, y casi concluida, el partido del Gobierno no sufrió gran erosión, en estos momentos el conflicto puede ser una herida que puede arrancarle a Rajoy el puñado de votos que necesita para conseguir una victoria holgada.
 
Caso muy distinto es el tema de la unidad de España, en la que Zapatero, en una cadena nacional, está dispuesto a contemporizar para no perder los votos que su pacto catalán y una posición menos clara que la del Partido Popular le puede suponer. Sin dejar de invocar “el diálogo” parece que nos encontramos ante una estrategia de campaña aún no perfilada –probablemente se irá adaptando a los indicadores de las distintas encuestas y sondeos de opinión– en los que aparecerá la palabra España en las vallas, pero se irá matizando según marquen las guerras internas y externas.
 
En esta campaña eterna que ya tiene casi agotado al ciudadano antes de comenzarse oficialmente, es de valorar la iniciativa de Telecinco de ir negociando la intervención de políticos destacados, pero parece bastante improbable que, cuando empiece la refriega y se acerque el veredicto final, los líderes tengan argumentos para elevar el nivel de interés de la ciudadanía sobre unos programas que pueden convertirse en simples recursos de “marketing” que se adaptan a lo que dictan las encuestas. Las sorpresas cada vez son más difíciles de encontrar cuando la maquinaria electoral se pone a piñón fijo con líderes agotados y temas mil veces tratados.

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