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Amando de Miguel

El lenguaje de Federico

Me llegan muchos “emilios” de ánimo y felicitación por el gozo que supone leer esta seccioncilla o escuchar mis intervenciones en la COPE. No los contesto porque me producen un cierto rubor, pero los agradezco de veras. Es estupendo pensar que lo escrito o lo hablado sirve de contentamiento para tales gentiles personas. He de decir también que muchas veces esos parabienes “emilianos” unen mi nombre al de Federico Jiménez Losantos (amablemente “don Federico”). Me siento honradísimo, pues habrá pocas personas a las que admire yo tanto. Algunos corresponsales se desahogan al protestar de alguna opinión con la que no comulgan. Otros disfrutan al señalar alguna faltilla de dicción, sea por parte de don Federico o por mí mismo. Ya se sabe que el que tiene boca, se equivoca. Gracias sean dadas a nuestros lectores por esas fraternales reprimendas. Algunos me sugieren que la seccioncilla de LD la reproduzcamos en la tertulia de don Federico. Dicho queda.
 
Ya que estamos con don Federico, me gustaría añadir un comentario a los homenajes que ha recibido su último libro, el punzante palimpsesto El adiós de Aznar.  Más bien entiendo yo que debería ser “el mutis de Aznar”, pues el madrileño (que no el castellano) sale por el foro (el vano del decorado) y entrará otra vez. En este rincón de LD no me compete hablar de cuestiones sustantivas, así que me limitaré a un corto escolio sobre el lenguaje del de Teruel. Los buenos escritores se notan porque saben poner el adjetivo preciso en casa caso. Realmente, la perfección de ese menester corresponde a los poetas. El poeta luminoso es el que junta por primera vez un adjetivo a un nombre. Luego, todos los demás repiten la feliz coyunda, pero la cosa ya tiene menos gracia. Los “claros clarines” o las “oscuras golondrinas” ya no se pueden repetir mucho. Pues bien, se nota que don Federico es un poeta, aun cuando hable en prosa (sabiéndolo). Sus adjetivos son definitivos. Pondré un ejemplo. En ocasiones utiliza con ironía ─mejor, con sarcasmo─ el calificativo de “histórico”. Recuerda, sin duda, lo de “la heroica ciudad dormía la siesta” con que comienza La Regenta, pero dicho todavía con más intención. Los diccionarios no recogen ese sentido irónico que tiene la palabreja, pero don Federico lo introduce con soltura y delectación. Estén atentos a la próxima vez que deje caer, en el sitio preciso, uno de esos “heroicos” tan suyos. Valga el ejemplo para animar a los seguidores de don Federico, entre los que me cuento.
 
Más fácil es observar dos modalidades del lenguaje que domina nuestro hombre: el léxico de los toros y el de los deportes. Recordaré el ensayito de Ramón Pérez de Ayala, Política y toros. ¿Cómo traducir al inglés el “acoso y derribo” que tanto se practica en el ruedo político español? En fin, solo quería ocupar hoy este rincón para sumarme con naturalidad a los plácemes que ha recibido el libro de don Federico. Extraños tertulianos, los de la COPE, que escriben libros. En catalán diríamos que son lletraferits. Don Federico, hasta la exageración.

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