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EDITORIAL

La credibilidad del programa económico del PP

El candidato del PP a la presidencia del Gobierno ha presentado ante el Colegio de Economistas su programa económico con el que pretende impulsar –con bastante más credibilidad que el propuesto por Zapatero en este mismo foro– la vía reformista y liberalizadora emprendida por Aznar al frente del Gobierno. Mariano Rajoy, que ha empezado su intervención haciendo un justo y lógico reconocimiento a la política económica llevada a cabo estos ocho años, ha dado muestras y ejemplos concretos de no pretender vivir de las rentas generadas por reformas ya concluidas. Una prueba de ello es su ya conocida disposición a llevar a cabo la tercera reforma del IRPF, que implicará una reducción de los tipos en todos los tramos del impuesto y la fijación del máximo en el 40 por ciento y el mínimo en el 12 por ciento.
 
El candidato popular ha detallado por primera vez elementos concretos a favor de la familia y el ahorro que tendrán reflejo en este impuesto, como su propósito de elevar el mínimo exento del primer hijo a 2.800 euros, lo que significa doblar la actual reducción; elevar el mínimo exento del segundo hijo a 3.000 euros, doblando asimismo la actual reducción, y en las familias numerosas (de 3 hijos o más) se elevará el mínimo exento a 3.400 euros, que se aplicará a todos y cada uno de los hijos. Una familia de 3 hijos, por ejemplo, llegará a un total de 10.200 euros, lo que supone doblar las actuales ayudas. A éstas, Rajoy se propone añadir la elevación de la reducción por cuidado de niños menores de 3 años, que quedará fijada en 2.400 euros y que se aplicará a todas las familias, con independencia de si la madre tiene o no un trabajo remunerado. Siempre se puede pedir más, pero lo que no cabe duda es que Rajoy dice la verdad cuando afirma que se tratará “del mayor esfuerzo realizado nunca en España a favor de la familia, y en particular en apoyo a las madres”.
 
Rajoy también ha concretado su fomento al ahorro con la introducción de un mínimo exento de 300 euros, por debajo de los cuales los rendimientos del ahorro quedarán libres de tributación y la reducción al 12% del tipo aplicable a todas los incrementos de capital. Asímismo, se compromete a seguir mejorando el tratamiento fiscal de los Planes y Fondos de Pensiones.
 
Donde ya no ha concretado tanto el candidato popular –aunque asegura que lo hará en los próximos días– es en su genérica voluntad de dotar a las pymes de un marco fiscal más favorable y de mejorar los mecanismos de financiación de las Haciendas Locales. Muy relacionado con este último capítulo, pero también en términos muy vagos, Rajoy se ha comprometido a aumentar la oferta de suelo edificable. Nos hubiera gustado más que el candidato popular se hubiera comprometido abiertamente con la liberalización del suelo, sabiendo las restricciones y corruptelas que conlleva confiar el aumento del suelo urbanizable a la discrecionalidad de la autoridad pública. En cualquier caso, es preciso reconocer que se trata de un asunto complejo donde hay que poner de acuerdo a los diferentes ámbitos municipales y autonómicos. En cualquier caso, es de celebrar que un político reconozca por fin abiertamente que la escasez de suelo es uno de los factores más determinantes del encarecimiento de la vivienda.
 
Finalmente, no podemos dejar en el tintero –menos aún después de que Rajoy no lo haya hecho– la necesidad de acometer nuevas reformas laborales. Celebramos que tambien en este terreno, Rajoy se presente con animo reformador y consciente de que nuestro mercado laboral y el pleno empleo reclama mayor flexibilidad de la que le ha dotado el PP. Sin embargo, echamos de menos una mayor valentía política a la hora de plantear nuevos cambios. El candidato popular se ha limitado a realizar un reconocimiento muy políticamente correcto pero no exento de falsos lugares comunes como ese de que el “diálogo social se ha mostrado en España como el arma más potente en la lucha eficaz contra el desempleo”. Mejor hubiera sido que Rajoy hubiera planteado el consenso con los sindicatos como algo deseable pero, desde luego, no como una condición sine qua non para acometer las reformas pendientes e ineludibles para alcanzar el pleno empleo. Esto de dejarlas al “consenso social”, lejos de ser una “arma potente” ha sido el obstáculo insalvable contra el que se estrelló la última reforma laboral de Aznar, que acató el inmovilismo de los sindicatos antes que los votos que respaldaban su mayoría absoluta.
 
En cualquier caso, no se le puede negar a Rajoy que, presentándose como heredero y continuador de la política económica de Aznar, ofrece bastante más credibilidad que su principal adversario electoral, cuyo “programa” ha sido modificado tantas veces que resulta difícil seguirle el rastro.

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