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Encarna Jiménez

La historia disfrazada

Conforme avanzan los capítulos de “Memoria de España”, la serie de TVE dirigida por García de Cortázar, se aprecian más los puntos flacos de una producción que, sin tener un presupuesto exorbitante, sí que ha gozado de un cierto margen económico para llevarse a cabo. Después de asistir a los orígenes del mundo, ya hemos llegado a los romanos y cartagineses y, sin recoger las críticas que desde sectores nacionalistas lanzan al historiador, hay que reconocer que no es un problema ideológico de lo que adolece la serie, sino de planteamiento.
 
Muchos de los telespectadores siguen con asombro la teatralización de la historia de España, un ejercicio algo chapucero en el que lo mismo aparece un dinosaurio de juguete como un Estrabón de teatrillo de barrio. En el último capítulo dedicado a la civilización ibérica previa a la unificación romana, asistimos a la puesta en escena de familias ibéricas en las que sus vestidos relucían como en una representación popular. Poblados reconstruidos por los arqueólogos acogían a grupos humanos convenientemente disfrazados. La presencia cartaginesa tenía el aire de las celebraciones cartageneras sobre las guerras púnicas, y todo tenía un aroma de reconstrucción que cada vez se acerca más a las versiones de la historia que se presentan en parques temáticos, fiestas de moros y cristianos, mercadillos medievales y pasiones de Semana Santa.
 
El éxito de audiencia que tuvo en los primeros capítulos, que en la entrega de esta semana no puede apreciarse su evolución al programarse más tarde, después de un partido de fútbol, no debe llevarnos a pensar que la fórmula de conseguir más audiencia con un acercamiento que no respeta lo que viene siendo el género documental, es lo más oportuno y recomendable para contar la historia de España. Es mucho más sano y sensato que, si los historiadores dirigen una serie, sea más en el terreno de la asesoría científica, y presentando voces autorizadas, que hacer un “mix” en el que son medio directores de ficción.
 
Es posible que hasta algunos profesores empleen el material para explicar la historia de España a alumnos acostumbrados a la representación más que al análisis, pero si la serie sigue en la misma dinámica, los que esperan una información no demasiado tópica, se encontrarán con el tropiezo de una teatralización barata que disuade al telespectador medianamente culto.
 
El esfuerzo de “Memoria de España”, en la que “La Primera” de TVE se arriesga en horario de máxima audiencia a competir con “grandes hermanos” y otras propuestas comerciales, puede acabar como un ejercicio de voluntarismo que navega entre los textos académicos de universitarios de relumbrón y teatrillos con menos gracia que los dibujos de “Érase una vez el hombre”, una fórmula para explicar la historia en dibujos animados que no confunde a nadie.

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