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Federico Jiménez Losantos

Aznar, Acebes y Rajoy frente a Maragall, Carod y Zapatero

La detención del comando etarra con cientos de kilos de explosivos para provocar una masacre en Madrid tiene una importancia en términos humanos y policiales sólo comparable a la detención de los que preparaban otra masacre el día de Nochebuena en la estación de Chamartín a la hora de máxima afluencia. Habrían sido miles las víctimas entonces; habrían sido también muchas, muchísimas ahora, si los criminales hubieran conseguido su propósito. Pero, además, esta captura tiene un extraordinario valor político precisamente por producirse en plena campaña electoral y después del pacto ETA-ERC para no atentar en Cataluña, respaldado por el Gobierno de Maragall y avalado por el PSOE e IU. Con estos criminales se ha sentado Rovireche en Perpiñán. Con los asesinos de Hipercor (seguramente con el propio Ternera, al que persigue por esa masacre la policía), con los asesinos de Vic y con los frustrados asesinos de Chamartín ha pactado el caudillo del separatismo pancatalanista el “protectorado terrorista” del que ahora “disfruta” Cataluña. Con asesinos como los capturados en Cuenca sigue diciendo el Tripartito que hay que “dialogar”, es decir, someterse. Diálogo de ratas y serpientes.
 
Pero la frustrada masacre en Madrid no deja sólo en evidencia a Maragall y Carod frente a Aznar y Acebes, los unos caóticamente serviles ante el terrorismo y los otros coherentemente implacables en su persecución, sino también a Zapatero frente a Rajoy, ambos candidatos a la presidencia del Gobierno de España. Zapatero ha respaldado y sigue respaldando la presencia de los socios catalanes de la ETA (ERC, que además tiene en su interior a los terroristas sin arrepentir de Terra Lliure, vitoreados en sus mítines) en el gobierno que supuestamente preside Maragall. El PSC en pleno, con el sórdido aditamento de Patxi López en representación del PSE y el impulso directo del PSOE, celebró el pasado jueves una grotesca mascarada en Barcelona para maquillar el verdadero rostro del separatismo catalán, en el que se ha integrado como una pieza más el terrorismo etarra perdonando la vida a los catalanes con tal de que los nacionalistas les hagan el trabajo político en Madrid y Bruselas. Labor, por cierto, en la que también cuentan, como se demostró esta semana en su visita a Cox para que reciba a Benach, con la ayuda de Mas y Durán, Convergencia i Unió; lo mismo que el “diálogo” con ETA tiene el respaldo de los partidos de la Declaración de Barcelona, hechura de Pujol para ayudar a Arzallus cuando éste se echó en brazos de ETA y al monte de Estella.
 
Pero la tarea moralmente más vil, la de ocultar la evidencia de que la ETA sigue tratando de asesinar a sus electores y no a los de Montilla, mientras él sigue al lado de Montilla aunque éste le desprecie políticamente, le ha correspondido a Zapatero. Con los altibajos propios de su carácter y con su escalofriante falta de autoridad moral y política, el candidato del PSOE a La Moncloa la va cumpliendo con más inevitable pena que imposible gloria, al servicio de su ambición personal y de partido, con desprecio de cualquier consideración ciudadana y nacional. El éxito policial y la coherencia política en la lucha contra el terrorismo separatista que representa el PP frente a la sumisión a la ETA en bloque o por parcelas que representan el PSOE y sus aliados del PSC y ERC es, sin duda, una de las razones más sólidas para votar a Mariano Rajoy. Nunca a Zapatero.

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