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Amando de Miguel

La lengua común une mucho

Una de las más agradables experiencias de esta seccioncilla es que me siento muy unido a muchos corresponsales, incluso aunque discrepemos. Desgraciadamente no me da tiempo (ni espacio) a recoger aquí más que una pequeña muestra de los comentarios que recibo.
 
Francesca Navarro Gabaldón, “catalana no nacionalista” se identifica con algunas apreciaciones que yo hice en un debate de TV-3. Me aporta un dato que yo intuía: en Cataluña la mayor parte de los periodistas están con el poder establecido y al tiempo se desviven por influir en Madrid. La tesis prevaleciente en ese ambiente es que todos los males de Cataluña vienen de Madrid. Después de todo en mi opinión esa es la esencia del nacionalismo, también del nacionalismo lingüístico.
 
Estos comentarios se concentran en la forma léxica por lo que a veces quedan orilladas algunas cuestiones de sustancia. Pido excusas por tales desvíos. Por ejemplo, Pilar Martínez Rodrigo, de Valencia, se queda sorprendida por mi alusión a que el señor Carod-Rovira (o como se llame) debería pasar por la cárcel modelo de Barcelona. La sorpresa es por alusión a que yo estuve en esa residencia “por mucho menos” de las tropelías cometidas por el republicano. Mi corresponsal se siente alarmada por mi pasado delictivo. No puedo resolverle aquí su duda. Le remito a un libro reciente, El final del franquismo. Testimonio personal (Marcial Pons editor) en el que cuento mi peripecia catalana y carcelaria. Me consuela que también Cervantes estuvo preso.
 
Ya que estamos a vueltas con los catalanes, veamos lo que dice Jordi Barri (“castellano hablante en Cataluña, que cada día se siente más cerca de hablar catalán por sus actitudes”). No queda claro si es por las actitudes de él o las mías. El hombre me pide que defienda también la lengua catalana: “¿O eso es pedir demasiado de usted y solo quieren de verdad una única lengua en el Estado?”. Mi misión no es la de defender ninguna lengua, ni siquiera la castellana, que es la que aquí trato por ser la común en España. Desde luego, nunca se me ha ocurrido sostener que debe haber una sola lengua en España, lo que mi amable corresponsal llama “el estado”. Sí me gustaría que se facilitara la obligación de conocer la lengua castellana que tienen todos los españoles según el mandato constitucional. Lo cual no quita para que se puedan conocer otras lenguas.
 
Lo anterior es casi lo contrario de la práctica que señala Daniel Guerrero, de Churriana de la Vega (Granada). Es el abuso de palabras en otra lengua que se introducen en el castellano. Por ejemplo: president o conseller en cap. Mi opinión es que de ese modo se hace un flaco favor a la lengua que así se considera respetada. Déjese esa práctica para las palabras realmente intraducibles o muy peculiares.
 
No voy a hacer caso a David Davidovich (un seudónimo, supongo), quien me ordena: “No hable más sobre Cataluña. Cada vez que lo hace, hace que me sonroje. Demuestra que no tiene ningún conocimiento sobre Cataluña ni su realidad”. El hombre concluye: “Charnegos como yo somos mayoría en Cataluña, somos los que votamos, somos los catalanes que usted avergüenza con sus tonterías llenas de malicia y de ignorancia. Le deseo lo peor”. He corregido del texto citado numerosas faltas de ortografías. Lo que no puedo eliminar es el resentimiento de mi corresponsal. ¿Por qué se molesta en escribir? ¿Habrá muchos como él? ¿Será un producto de la política lingüística llevada a cabo en Cataluña? Pena me da.

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