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Carlos Semprún Maura

¿Francia estaría cambiando?

Hace una semana, el Presidente Chirac estuvo en Budapest y declaró exactamente lo contrario de lo que venía afirmando desde que amenazó con su veto en el Consejo de Seguridad, en relación con Irak. No es de extrañar que hubiera tan pocos comentarios al respecto en la prensa, no saben qué decir. Declaró Chirac que desde siempre los USA son los amigos y aliados de Francia y que eso es más importante que las divergencias que pueden surgir entre aliados. Habían desaparecido las acusaciones de unilateralismo, de desprecio del Derecho Internacional y de la ONU, la voluntad de dominación mundial y otras lindezas de las que se veían acusados los USA. No se limitó a eso, que ya es mucho.
 
Después de haber insultado, hace un año, a los países europeos que se negaban a apoyarle en su cruzada contra Bush y por Sadam, hoy declara que Hungría tiene perfecto derecho a preferir la OTAN a la defensa europea (¿qué será eso?), y no duda en contradecir sus propias declaraciones de hace unos meses, cuando se rechazó el proyecto de Constitución europea, y él afirmaba que para que Europa prosiguiera su construcción era necesario que un grupo de países potentes y decididos constituyeran una vanguardia que arrastraría a los “pequeños”, si no, estos se quedarían en la cuneta. Pues en Budapest dijo todo lo contrario: los 25 países que formarán la nueva UE a partir del 1º de Mayo, serán todos iguales, ni “grandes” ni “pequeños”, con los mismos derechos y deberes, y que había que rechazar la idea de una Europa a “dos velocidades”. Menester es señalar que Alemania ya había manifestado su oposición a esta idea de Europa. Ahora bien, cabe preguntarse si estas declaraciones constituyen algo más que la habitual hipocresía diplomática para congraciarse con Hungría y demás países de Europa del Este, dolidos por los improperios de Chirac, a fin de mantener, incluso contradiciéndose, el “prestigio” de Francia en Europa.
 
Cabe preguntarse si es que se ha dado cuenta de que ha perdido la batalla política y diplomática contra los USA, que se estaba quedando muy sola y entonces emprende la retirada presentándola como una victoria. El caso es que todos los ministros franceses, sobre cualquier problema internacional, como el reciente caos en Haití, no cesan de declarar que “Francia y los USA, opinan, preparan, piensan que estas son las soluciones”.
 
El caso es que el primer ministro Raffarin estuvo en Madrid para homenajear al PP, el partido de Aznar, considerado e insultado en Francia, hasta hace pocas semanas, como el “pelele” de Bush. Hay más datos: desde hace decenios la “gran política árabe de Francia” privilegiaba a dictaduras como la iraquí, la siria, etcétera, y, claro, apoyaba a los terroristas palestinos, cuya delegación en París es impresionante. Se recibía a Arafat como al mejor amigo de la familia, y todo por el estilo. Pues recientemente, el presidente de Israel, Moshe Katzev, estuvo de visita oficial y declaró que estaba convencido de que Chirac está realmente decidido a luchar contra el antisemitismo.
 
La situación, en este sentido, es totalmente ambigua: oficialmente, Francia no es antisemita, pero el antisemitismo crece en las barriadas, en los medios, en la extrema izquierda, en los colegios y Universidades, y nadie hacía nada para contrarrestar esa inundación. Por cierto, corre el rumor, pero que se oculta al máximo, que Al Quaeda, o sea, Bin Laden, ha lanzado una “fatua” (condena a muerte) contra Chirac, por aquello de la prohibición del velo islámico. Pero nadie habla de ello. En resumidas cuentas, cabe preguntarse si estamos asistiendo a un giro pragmático de la política francesa, porque se han percatado de su fracaso, o si sólo se trata de espejuelos, y mañana volverán a su arrogancia.

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