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Rod D. Martin

Y ahora, las buenas noticias

Algunos no quieren aprender. Me refiero a los pájaros de mal agüero que se la pasan anunciando el fin del mundo.
 
En 1980, el economista Julian Simon (1932-1998) hizo una apuesta con el ecologista Paul Ehrlich, autor del libro La bomba poblacional, publicado con gran éxito en 1968. Simon apostó a que los precios de las materias primas como el petróleo y los minerales bajarían. Ehrlich insistía en que se dispararían. Pero ambos estuvieron de acuerdo en que precios más altos sería una clara indicación de creciente escasez y del empobrecimiento mundial, mientras que una caída en los precios indicaría todo lo contrario.
 
Ehrlich predecía en su libro cientos de millones de muertos por hambre en todo el mundo durante la década de los años 80. Sabemos que eso no sucedió y Ehrlich perdió la apuesta, pero en 1990 publicó otro libro, La explosión de la población que nuevamente predecía hambrunas masivas.
 
Desde los tiempos de Thomas Malthus hasta nuestros días quienes predicen el fin del mundo por culpa del crecimiento de la población nunca dejan de asustar a la gente. Hace más de dos siglos, el economista inglés Malthus insistía que la producción de alimentos crecería en forma aritmética, mientras la población lo haría exponencialmente. Es decir, el hambre generalizada era inevitable.
 
Malthus y sus descendientes ideológicos, como los comunistas chinos que provocaron abortos masivos y los actuales extremistas del medio ambiente, están equivocados: Julian Simon demostró que el crecimiento demográfico no sólo incrementa la disponibilidad de recursos naturales, sino que tiende a mejorar el medio ambiente y a enriquecer a las naciones. El capitalismo, la ciencia y la tecnología hacen que la producción de alimentos sea muy superior al crecimiento demográfico.
 
Sobrepoblación no es la única equivocación de los pronosticadores del desastre. Como lo demuestra Greg Easterbrook en su nuevo libro, La paradoja del progreso (The Progress Paradox), todos los aspectos de la vida humana han mejorado. Aunque en cada generación los pesimistas se quejan de que las nuevas tecnologías destruyen puestos de trabajo (lo cual es cierto), no se dan cuenta que esa misma tecnología aumenta el nivel de vida de la gente y termina creando más puestos de trabajo que los que destruye. Y los nuevos puestos pagan mejores salarios.
 
En la edición del 24 de febrero de 2004 de la revista Fortune, el gran maestro de la administración de empresas Peter Drucker señala que es cierto que EEUU está exportando puestos de trabajo, pero en realidad importa dos o tres veces más de los que exporta. Y los que importa (empresas extranjeras que fundan sucursales en este país) requieren personal más capacitado y les pagan más. Por eso se multiplican las ensambladoras de vehículos japoneses y europeos en el sur de EEUU.
 
¿Acaso el progreso económico causa la degradación del medio ambiente? Por supuesto que no. La misma tecnología que permite el crecimiento económico crea procesos industriales que protegen la naturaleza y también la riqueza para mantenerla limpia. Mientras que la producción industrial de EEUU se dobló en los últimos 10 años, este país se ha convertido en el más limpio del mundo industrializado.
 
Los pronosticadores del desastre siguen apuntando el daño que hacen los alimentos modernos y los químicos al medio ambiente. Sin embargo, la mortalidad infantil sigue bajando y la gente vive el doble de lo que vivía hace un siglo.
 
Y ¿qué de los ricos cada vez más ricos, mientras que los pobres son cada vez más pobres? Pamplinas. Easterbrook señala que el ingreso per cápita en EEUU –ajustado a la inflación- se ha doblado desde 1960, mientras que la pobreza se ha reducido a la mitad.
 
Los pesimistas se siguen equivocando porque no captan el inmenso potencial de los individuos en una sociedad libre, sin todas las regulaciones y prohibiciones que ellos se empeñan en imponernos.
 
Cada niño que nace en un país libre es un activo, no un pasivo. La Iglesia tiene razón: las campañas estatistas de esterilización y de abortos no son sólo inmorales e innecesarias, sino perjudiciales. Y los pesimistas religiosos que ven sólo depravación están igualmente equivocados.
 
Cuando la gente es libre de actuar y cuando la sociedad premia el esfuerzo individual, avanzamos hacia tiempos mejores y los pronosticadores del desastre seguirán perdiendo sus apuestas.
 
 
© AIPE
 
Rod D. Martin, fundador y presidente de Vanguard PAC.

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