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Amando de Miguel

Feroz glotomaquia

El asunto de las lenguas en España lleva camino de enconarse, sobre todo en Cataluña. Recibo docenas de correos de ciudadanos de Cataluña, castellano-parlantes, que se sienten preteridos. Véase como muestra reciente el mensaje de Javier Ayesta. Su impresión es que “los catalanes que hablamos español somos menos catalanes. O no somos catalanes. O lo que es peor: ¡somos españoles!”. Por lo visto “los niños del Valle de Arán pueden estudiar en aranés, pero los de Barcelona no pueden estudiar en castellano. La conclusión es que el castellano en Cataluña está proscrito. La reciente sanción impuesta a un comerciante, según el informe técnico del inspector, no es por no tener información al público disponible en catalán, es por tenerla en castellano. Por cierto, la ley, es de Pujol”. Me parece penosísimo que puedan darse testimonios tan lacerantes como el que cito.
 
A Matías Santiago le subleva el consejo que me da otro comunicante (David Davidovich) para que yo no hable más sobre Cataluña. No hace mucho recibí amenazas e insultos del País Vasco porque me atreví a escribir sobre el uso del vascuence. El tal Davidovich me “desea lo peor” y, como compensación, Matías Santiago me “desea lo mejor”. Gracias, hombre. Matías Santiago entiende que Davidovich es un anónimo, un charnego con un “grado de sumisión alarmante”. Parecida opinión expresa Pablo Calzado, para quien los charnegos “son los que necesitan sentirse más catalanes que los demás… son los que se avergüenzan de sus progenitores porque no son de la tierra elegida”. Una expresión de esa vergüenza es la de disimular el apellido, como el tal Davidovich o Carod-Rovira.
 
Francamente, me fatiga la cuestión del catalán. Son varios los correos en los que se me fustiga por atacar a la lengua catalana, a Cataluña. Sería muy ruin si yo me defendiera de tan estúpidas acusaciones. Me dicen también que yo considero a la lengua catalana “inferior” a la española. Ya la pregunta implica una mentalidad resentida y racista. Claro está que no hay lenguas inferiores o superiores. Pero es un hecho estadístico que de las 6.000 lenguas del mundo, la mayor parte no se escriben, son simplemente orales. De las que se escriben, la mayoría no tienen propiamente obras literarias. De las que tienen obras literarias, muchas no pasan de una literatura local, sin traducciones a las lenguas más habladas. Una expresión de ese hecho es que la lengua no cuenta con premios Nobel. Ese es el caso del catalán, no del castellano. Qué le vamos a hacer. De las pocas lenguas con una literatura traducida, la mayoría no son lenguas de verdadera comunicación internacional. Es decir, no se aprenden de forma masiva por personas que tienen otra lengua materna. Pues bien, el castellano es una de las pocas (no más de una docena, como mucho) lenguas de comunicación internacional. Por esa razón, podrá ser desplazada de un territorio por el inglés, pero no por el catalán, el gallego o el vascuence. Ese hecho produce un enorme desánimo, cuando no rencor, en las personas que desean el indicado desplazamiento dentro de España. Esa es la base sentimental de una ideología como la del “esquerrismo” en Cataluña.
 

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