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EDITORIAL

¿Se irá Zapatero de Irak como Felipe de la OTAN?

Es innegable que el PSOE se comprometió a retirar los soldados españoles de Irak mucho antes de que lo exigieran los genocidas del 11-M. Esta brutal masacre terrorista debería, sin embargo, haber servido para que los socialistas asumieran de una vez que lo que están librando los aliados en Irak es una batalla para que el terror no vuelva a enseñorearse de aquel país. El PSOE, en lugar de reconsiderar el error, insistió en él y, tras difamar en un golpe mediático sin precedentes al Gobierno del PP, ha logrado ser el partido más votado y anunciar que llevará a cabo una propuesta de retirada que tanto satisface a sus mayoritarios votantes como a los autores de la masacre. Aunque ningún medio de comunicación se atreva a denunciarlo así, el PSOE ganó las elecciones contra todo pronóstico porque la mayoría de los españoles prefirió que el PSOE hiciera con la “resitencia iraquí” lo mismo que hizo Carod Rovira con la “resistencia vasca”: una tregua territorial.
 
Es una asignatura pendiente para la ciencia política el considerar si la célebre definición que daba Karl Popper para la democracia –“El conjunto de reglas que permiten el cambio de los gobernantes sin necesidad de usar la violencia"– es todavía válida para describir como democrático el porqué el PP perdió las elecciones tres días después de la masacre. La violencia no la ejercieron más que los terroristas, pero la oposición al PP la utilizó para sus fines propagandistas: “Esto os pasa por tener tropas en Irak”. Fueron estos mensajes los que lograron que el 14-M fuera una victoria para los responsables del 11-M. El terrorismo siempre sermonea, y no le faltaron medios radiofónicos y audiovisuales para hacerlo.
 
En nuestro país, mucho antes del secuestro de Miguel Ángel Blanco, habían partidos que reivindicaban la agrupación de presos etarras. Cuando ETA secuestró y amenazó con matar al joven edil exigiendo la reagrupación de marras, a nadie –incluidos los nacionalistas– se le ocurrió decir: “Esto le pasa a ese joven por la brutal política de dispersión de presos del Gobierno”. ETA despierta un coraje en la sociedad civil que lamentablemente no despiertan los terroristas islámicos.
 
En España, apenas ningún medio se atreve a hacer estas reflexiones. Pero en todas las democracias occidentales –incluidas las pocas que no respaldaron la intervención militar en Irak– se contempla con enorme preocupación la posibilidad de que los terroristas islámicos hayan visto confirmada la presunción de que pueden alterar la política de otros países de la misma forma en que el nuestro ha confirmado sus expectativas. La decisión de Zapatero de retirar las tropas que combaten el terror en Irak y cuyas víctimas –conviene insistir– son fundamentalmente iraquíes, va a incitar a todas las organizaciones terroristas que quieren reventar la transición de aquel país, a amenazar al resto de los aliados a hacer lo propio o incluso a hacer nuevas demandas bajo amenaza, como las que empiezan a hacerse en Francia respecto al velo islámico.
 
Aunque parezca un futurible paradójico, no hay que descartar que Chirac y Schröder –los nuevos patrones de nuestra política exterior– fuercen a Zapatero a correr juntos a la ONU para ver cómo se pueden sumar, disimulando o pintandose de azul, a las tropas que están en Irak gracias a la iniciativa de Bush, Blair y Aznar. Las señales que Zapatero ha enviado a los terroristas después de la matanza son demasiado caras de pagar para el resto del mundo libre. Para nosotros también.
 

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