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Estamos de celebraciones. No pasa un día sin que algún hispanófobo visceral emita un comunicado felicitándose por la victoria de Rodríguez Zapatero y, de paso, le exija nuevos gestos de valentía. Ése de colocar una enorme diana sobre todos los gobiernos democráticos de Occidente, que no obedecen nunca a los terroristas ni les otorgan jamás bazas políticas, ha generado auténtico entusiasmo en el club de fans de ZP cuya presidencia parecen disputarse Carod, la ETA, Fidel Castro y el marroquí de Al Qaeda que, tras saberse procesado por 190 asesinatos, únicamente estaba interesado en saber quién había ganado las elecciones. Todos ellos aparentan depositar grandes esperanzas en el nuevo e insólito talante que el joven estadista ha acreditado con su propósito de repatriar las tropas y abandonar a los iraquíes a su suerte. “Hay motivos”, deben razonan los repentinos entusiastas del presidente Zapatero. A lo peor, no yerran en su euforia desmedida.
 
Coincide el anuncio de nuestra huida de Irak con la insinuación de que España podría reforzar el contingente de tropas en Afganistán. Si se confirma eso, será la mejor prueba de que volvemos de cabeza al despotismo iletrado de González y los hermanos Guerra. Constituiría una prueba incluso más concluyente que el hecho de que alguien como Jesús Caldera pueda llegar a la vicepresidencia de un país que cuenta con luz eléctrica, caminos asfaltados y bibliotecas públicas en todo su territorio.
 
Porque la lógica implacable sobre la que se asentaría esa decisión sería la siguiente. Los socialistas apoyaron la intervención en Afganistán contra Al Qaeda, ya que estuvieron de acuerdo con el Gobierno en atribuir al terrorismo islamista la autoría del ataque a nuestros aliados, los Estados Unidos. Los socialistas discreparon del Gobierno en la segunda guerra contra Sadam Husein porque consideraban que éste no tenía nada que ver con el terrorismo internacional, y en concreto con Al Qaeda. A continuación, Al Qaeda lanza un ataque terrorista contra España, y los socialistas establecen entonces una relación de causalidad directa entre el atentado y el apoyo español al derrocamiento del genocida iraquí que no tenía nada que ver con el terrorismo internacional, y en concreto con Al Qaeda. En consecuencia, para evitar ser víctimas de nuevas agresiones por parte del integrismo islámico, Zapatero enviará más soldados a luchar directamente contra Ben Laden y el mulá tuerto en Afganistán. Podría ser la versión abreviada de una tesis doctoral pergeñada en comandita por Torrente y Almodóvar, pero es la doctrina de seguridad nacional de ese chico de León que empezará a gobernar este país dentro de un mes.
 
Tras doscientos años de sometimiento de nuestra política exterior a Francia, UCD abrió el camino para que empezásemos a existir en el mundo con la adhesión de España a la OTAN. Más tarde, el PSOE escenificó la charlotada de hacer creer que nos retiraríamos para que los Estados Unidos no nos pudieran volver a tomar en serio durante trece años. Luego, tras dos legislaturas de cooperación leal con Norteamérica, como por arte de magia, Marruecos empezó a respetarnos y ETA a agonizar. Ocurrió hasta el 14-M, el glorioso día que se alumbró el “nuevo orden mundial” que van a diseñar ZP, Moratinos y Pepiño Blanco. Durante el reinado de Felipe González, sus bufones de corte cometían peliculitas sobre Carlos III sólo por adularlo. Con lo que se nos viene encima, bien harían los vasallos de su heredero si empezasen a buscar urgentemente por el Rastro todas las biografías de Godoy que allí queden. Más pronto que tarde las necesitarán.
 

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