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Podría decirse que, hasta que llegó el gol de Morientes en el minuto 83, las vidas de Milán y Real Madrid en estos cuartos de final de la Champions League habían sido paralelas. En San Siro se adelantó el Deportivo de La Coruña, y luego el equipo italiano zanjó el asunto pegando cuatro zarpazos. En el estadio Santiago Bernabéu logró adelantarse el Mónaco, y después el equipo español marcó otros cuatro goles. Alguien que no hubiera visto ninguno de los dos partidos podría deducir erróneamente que Milán y Real Madrid llegaron a la misma conclusión por idéntico camino, pero no es así.
 
La sensación que transmitió el Milán es la de un equipo poderoso y firme en defensa; la del Real fue la de un equipo misterioso y muy blandito atrás, temeroso y con mucho miedo. Todo hace indicar que Carlo Ancelotti (o Silvio Berlusconi) ha dado en el mes de marzo con la clave que hace funcionar sólo al equipo, mientras que Carlos Queiroz lleva nueve largos meses, justo los que dura un embarazo, tratando de desentrañar este complejo "cubo de Rubick" futbolístico.
 
Igual para cuando consiga exclamar "¡eureka!", es demasiado tarde para todos. El talento individual que exponen milanistas y madridistas sobre el césped milanista es muy similar, pero el equipo italiano está ordenado, mientras que el español parece un auténtico "cajón de sastre".
 
La buena noticia para los merengues es que todavía quedan dos meses para la gran final. Los malpensados dicen que Ronaldo corre todavía menos que Casillas. Es posible. A mí me recuerda mucho a las momias de aquellas viejas películas de Boris Karloff, aparentemente torpes hasta que conseguían robar el pergamino (porque siempre había uno); entonces se aceleraban y ya no había quien las parase. Rodríguez o Squillaci eran plenamente conscientes de la presencia de Ronaldo sobre el campo y de que algo podía suceder en cualquier momento, al más mínimo despiste. Y ocurrió; el brasileño les "robó el pergamino" provocando un penalti y marcando el cuarto gol de los madridistas. Miedo me da pensar en lo que Ancelotti podría hacer con un delantero centro tan despabilado como ése. Pero ellos "sólo" tienen a Pipo Inzaghi y esa es una ventaja añadida que debería saber aprovechar Queiroz. Aunque a mí particularmente me preocupe mucho más la distancia que va de Carlo a Carlos.

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