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Juan Manuel Rodríguez

La semana grande de Pablo Alfaro

Esta es la semana grande de Pablo Alfaro. Lo mismo le ocurría en su día a Javier Clemente cuando llegaba al estadio Santiago Bernabéu; durante siete días era el entrenador más entrevistado, el que más veces salía en la prensa, el técnico más reconocido. Pero luego, nada de nada. Clemente se jactaba públicamente de haber enterrado a la "quinta del buitre" cuando era seleccionador y luego pretendía que los socios del Real Madrid le recibieran con lirios en la mano y al grito unánime de "¡Javi te queremos!". Y ahora le sucede tres cuartos de lo mismo a Pablo Alfaro.
 
Este defensa central del Sevilla que ha batido el récord nacional de expulsiones a lo largo de su carrera profesional no es ni siquiera famoso por su dureza, ni tampoco por su contundencia o virilidad sino por su antimadridismo. El otro día salía diciendo eso de que "si me insultan a mí y se olvidan del equipo lo daré todo por bien empleado"; es, por cierto, exactamente la misma excusa que empleaba Javier Clemente. Alfaro no tiene nada de mártir y lo único que busca es que su nombre suene a coro en el estadio Santiago Bernabéu. Aunque sólo sea una vez. Y aunque no tenga nada que ver con el fútbol.
 
La fotografía que hoy puede verse de Alfaro en algunos diarios deportivos me recuerda mucho a "Ola de crímenes, ola de risas" o "Terroríficamente muertos", aquellas películas de terror casposo con las que Sam Raimi se hizo famoso cuando era jóven. El esperpento es mayúsculo, y si yo fuera José María del Nido no querría ver en absoluto vinculada la imagen del Sevilla a esa otra de Alfaro, mordiendo con la boca un bisturí y buscando clarísimamente guerra antes de que empiece el partido. Luego acusa a los periodistas de falta de originalidad cuando él no sale del patadón y tentetieso. Un caso este Alfaro.
 
"Pues yo querría tenerle siempre en mi equipo", me dijo el otro día un aficionado corroborando eso de que "para gustos hay colores" y que en esto del fútbol existen al menos en España otras cuarenta millones de opiniones. Pues yo no; yo no querría tenerle en mi equipo, qué quieren que les diga.
 
Yo a quien querría tener en mi equipo es a Ayala, un central silencioso y que siempre está bien colocado; o a Nesta, otro que aparece cuando más se le necesita. Yo querría tener en mi equipo a un montón de buenos defensas centrales que no confunden la contundencia con la publicidad de la violencia. Incluso Gregorio Benito, que todavía hoy presume de matar el balón a cañonazos en sus tiempos de jugador, era una hermanita de la caridad al lado del tal Pablo Alfaro. Dejemos al sevillista que sea reina por un día. Y que le alimente.

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