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ZP dedicó en su discurso de investidura dos frases completas a las nuevas tecnologías. Si es que somos importantes, demonios. Claro que tampoco la oposición, en sus turnos de palabra, le prestó la atención debida. Tan sólo Labordeta, y en declaraciones a televisión, echó en falta al menos una referencia al software libre.
 
El hecho ha confirmado sobradamente el dicho, haciendo desaparecer el Ministerio de Ciencia y Tecnología y ocultando las competencias del mismo dentro del macroministerio de Montilla, que engloba también competencias de industria, comercio, energía, PYMES y turismo. Pareciera éste un ministerio miscelánea, en el que se meten todas las competencias que no les han cabido en otros. Pero resulta gracioso, como poco, que tras tanto criticar la excesiva importancia del "ladrillo" y de la necesidad de impulsar la investigación para mejorar la productividad de la economía española, tengamos ahora un Ministerio de Vivienda y dejemos de tener el de Ciencia y Tecnología.
 
No es que el MCYT haya sido, precisamente, un éxito. Pero al menos demostraba un interés en las nuevas tecnologías, un intento de que éstas cobraran importancia dentro de la España del Siglo XXI. Lamentablemente, el modelo escogido para lograr ese objetivo fue el de los planes faraónicos y el dinero público, en lugar de la liberalización y el ejemplo que, en forma de contenidos y servicios, sí han dado otros ministerios como el de Hacienda y el de Cultura.
 
Si esta pérdida de importancia de las nuevas tecnologías, al menos de cara al populacho, ha de servir para cambiar el modelo de promoción, bienvenido sea. Sin embargo, lo cierto es que por ahora no lo parece. Si Aznar abandonó el liberalismo en esta cuestión, seguramente fue por el desconocimiento de Internet y las telecomunicaciones del que también ha hecho gala Zapatero en más de una ocasión. Pintan bastos.
 
 
Daniel Rodríguez Herreraes editor deProgramación en castellano.

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