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Emilio J. González

La Europa de ZP

Al día siguiente de su victoria en las urnas, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, afirmó en rueda de prensa que el Ejecutivo socialista levantaría el veto a la Constitución europea mantenido por el PP para poder negociar con la UE en mejores condiciones los asuntos de dinero. Dicho y hecho. Hoy, nuestros socios comunitarios acaban de "agradecer" el gesto de Zapatero con una reforma de la Organización Común de Mercado del algodón, el tabaco y el aceite de oliva en la que nos las han dado todas en el mismo carrillo, en el que más duele.
 
En la madrugada de este jueves, el Consejo de Ministros de Agricultura de la UE aprobó en Luxemburgo una reforma de la OCM que no podía ser peor para España. Como resultado de ella, los sectores del lino y el tabaco pueden estar condenados a desaparecer en nuestro país, mientras el aceite de oliva, uno de nuestros productos más tradicionales, no ha recibido ni un euro más cuando hasta Francia, que como todo el mundo sabe es un país de rancia tradición aceitera, ha conseguido dinero para esos cuatro olivares testimoniales que crecen en su territorio. Esta es la influencia de ZP en Europa a la hora de negociar los dineros, que pone en entredicho a otros dos sectores estratégicos de la agricultura hispana, el azúcar y el vino, cuyas reformas es posible que se aborden en breve, sobre todo en el caso del elemento dulce, en donde las presiones de Estados Unidos y Latinoamérica para que el Viejo Continente derribe sus muros protectores resultan ya agobiantes. Y la Comisión Europea, respaldada por Alemania, se inclina por ceder y abrir las puertas de la fortaleza.
 
ZP se las prometía muy felices con aquello del acercamiento a Francia y Alemania, dos países que, en cuanto ha llegado la hora de la verdad, le han dado la espalda a España, el primero porque defiende sus ingresos por la política agrícola común con uñas y dientes y acaba de quitarse a uno de sus principales competidores de en medio y el segundo porque desea reducir como sea su aportación a las arcas comunitarias. Así es como funciona la UE: todos son muy amigos en las formas y luego las negociaciones para cualquier cosa, en especial como haya dinero de por medio, son una dura lucha para conseguir cada uno el trozo de tarta más grande que pueda lograr, sin tener el menor escrúpulo en dejar a otro país sin su ración.
 
Europa, además, acaba de devolverle a Zapatero la bofetada que ha propinado a alguno de sus dirigentes bajo la forma de la retirada de las tropas españolas desplegadas en Irak y la manera en que se ha hecho. Los otros Estados miembros de la UE con presencia militar en aquel país se han visto insultados por una decisión unilateral del Gobierno socialista, que no ha consultado ni comentado nada con nadie en Europa, y que les ha puesto en un brete ante sus opiniones públicas, que han empezado a preguntarse por qué se van los españoles mientras sus conciudadanos siguen allí. España, además, ha dado la sensación de ser un país traidor, poco fiable en las relaciones internacionales. Y ante esas circunstancias, nadie va a permitirle ganar peso a costa de otros europeos. Lo sucedido con el algodón, el tabaco y el azúcar es una buena prueba de ello, que se ha traducido en una sensación de aislamiento internacional como no se conocía desde los años que siguieron al final de la Guerra Civil.
 
Con todo ello no pretendo defender el sistema de protección de la agricultura europea, que cuesta muy caro a los ciudadanos en forma de ayudas y de precios más elevados que si los mercados estuvieran desprotegidos y liberalizados, que origina tal cantidad de producción que una buena parte de ella termina por arrojarse al mar, que impide el progreso de los países en desarrollo para los que la agricultura es un sector mucho más vital que para la UE o Estados Unidos y que deslegitima el discurso de liberalización del comercio mundial de bienes y servicios con que europeos y norteamericanos tratan de derribar las barreras a los intercambios internacionales que les interesa ver caer. Pero como dijo David Ricardo, uno de los nombres más importantes de la historia del pensamiento económico y una de las figuras que sentó las bases de la economía liberal, nadie abre sus mercados a los países que cierran los suyos y subvencionan sus productos. Esa es la realidad de la agricultura comunitaria, como lo es también de la política europea que España ni es fiable, ni cuenta. Y, por desgracia, después de que Zapatero levantara el veto a la Constitución de la UE, nuestro país ha perdido una parte importante de las armas con las que defender nuestros intereses. Esta es la Europa de ZP.

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